Por Raúl Martínez Quiroz. Ya estamos culminando este año 2017. Cada cual de seguro hará sus propios balances, sus propias reflexiones. A modo personal ha sido el año en que comencé formalmente a interactuar con el Unitarismo Universalista, de logrando escribir un poquito en este boletín (un siempre interesante experimento y positivo desafío para mí) y aprender más junto a mis herman@s de Latinoamérica desde este rinconcito del mundo, abajo de la línea del Ecuador.
Más allá de hechos globales puntuales, que en 2017 los hubo por montones, y en particular aquellos relacionados a los mecanismos naturales del planeta y al comportamiento del ser humano, hemos logrado llegar a diciembre y de seguro deseamos seguir nuestros viajes por el tiempo. Pareciera que esa relatividad del tiempo se cumple ahora más que nunca. Ni siquiera nuestras edades ya son relevantes. Somos y estamos en un espacio de tiempo demasiado dinámico. Somos de cierta forma atemporales.
Pero aunque el mundo se caiga a pedazos, vayan y vengan líderes, los noticiarios anuncien cosas que nos impacten, nos causen dolor y por qué no también nos alegren, y por supuesto nos pasen cosas en lo privado y cotidiano, este 2017 nos demostró cuan rescilientes podemos llegar a ser, que tras a cualquier acontecimiento podemos actuar positivamente y solidariamente impulsados por los principios y toda la mística Unitaria Universalista que nos rodea. 2017 ha sido año de pruebas en los múltiples aspectos de la sociedad. Ya con 2018 a la vuelta de la esquina, algo sin lugar a dudas es seguro: nuestro desafío de aprender seguirá y nos encontraremos en este espacio Latino para seguir fortaleciéndonos, seguir siendo rescilientes.
Y si no siempre disponemos de un espacio físico, gracias a Dios tenemos un espacio virtual, el cual en este 2017 he conocido y he logrado valorar, y que he visto que se ha logrado posicionar. Un punto a favor en este 2017 para quienes comenzamos a aprender sobre la luz del cáliz.
Y a su vez me surge, y siento que nos surge, la invitación a seguir creciendo en comunicación y en interacción porque estos son parte del principio que alude al tejido interdependiente. Imagino a partir de ello un mayor descubrimiento de los unos con los otros. Yo algo lejos de todo muy al sur del continente estoy ansioso de ello. De seguro, nuevas invitaciones para procurar ser mejores personas. No habrán fronteras porque nuestra fe está por sobre cualquier frontera. Nuestra fe así nos hace libres, nuestra fe, a su vez, nos hace felices. A modo personal, gracias por este tiempo que nos ha tocado vivir y gracias por este espacio. Dios dará para mañana pero desde ya vislumbrar aquella bendición.
Iglesia de la Gran Comunidad
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