El tiempo de la gratitud es refrescante, maravilloso, luminoso, pero incompleto si nos olvidamos de pedir perdón. Perdón por el tiempo que perdimos, por la ambición desmedida. Perdón por las palabra hirientes y el amor desperdiciado. Perdón por los descuidos y el desinterés en nuestras tareas.


Llegamos al término de un año más, y al comienzo de uno nuevo. Es la época en que hacemos grandes planes, tal vez repitiendo los mismos que en el pasado y que nunca cumplimos. También es la época de los arrepentimientos y las recriminaciones. Pero, ¿qué significa un año en nuestra vida? Un breve paréntesis en el marco de la eternidad, que es nuestra verdadera morada. El hoy y el mañana, el pasado y el futuro son segmentos que creamos nosotros mismos. Esos fragmentos pueden ser una cárcel, o pueden ser el espacio para ofrecer los milagros de la gratitud y del perdón.

«En verdad, mil años, para ti, son como el día de ayer, que pasó. ¡Son como unas cuantas horas de la noche!» Salmos 90.4

Ralph Waldo Emerson escribió: «La marca invariable de la sabiduría es ver lo milagroso en lo cotidiano.» Al llegar al término de este año seamos agradecidos, por todo aquello en que triunfamos y recibimos, y por todo aquello en que fracasamos y perdimos. Seamos agradecidos por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.

Presentemos la humilde ofrenda de este año de nuestras vidas a Dios, el Espíritu que a todos da vida. El trabajo realizamos, las cosas que pasaron por nuestras manos, y lo que con ellas pudimos construir. Presentemos a las personas que a lo largo de este año fueron parte de nuestras vidas, las amistades nuevas y los antiguos amores, la gente cercana, y la que está lejos, quienes nos dieron su mano, y quienes tendimos la nuestra. Cada persona con quien compartimos la vida,  el trabajo, el llanto y la risa.

El tiempo de la gratitud es refrescante, maravilloso, luminoso, pero incompleto si nos olvidamos de pedir perdón. Perdón por el tiempo que perdimos, por la ambición desmedida. Perdón por las palabra hirientes y el amor desperdiciado. Perdón por los descuidos y el desinterés en nuestras tareas. Perdón por vivir sin entusiasmo y menospreciar la maravilla de vivir. Perdón por olvidarnos que somos más, muchos más que lo que pensamos. Por eso, y muchas otras cosas debemos pedir perdón al Espíritu de la vida, a nuestro prójimo y a nosotros mismos.

A las puertas del nuevo año que comienza, tomémonos un momento, hagamos y una pausa, disfrutemos el silencio. No sabemos si presenciaremos los días que están por venir, pero jamás olvidemos que «no importa cuántos días vivamos, sino cuánto vivamos cada día». Vivamos cada día con optimismo y bondad, con gratitud y compasión. Llevemos con nosotros, a todas partes, un corazón lleno de comprensión y paz. No demos oídos a la falsedad, a la calumnia ni a la intolerancia. Cerremos nuestros labios a palabras mentirosas, egoístas, insultantes, malvadas.

«Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente alcance sabiduría.» Salmos 90.12

Seamos conscientes de la Presencia en la que todos nosotros «vivimos, nos movemos y existimos». Seamos receptivos, con todo nuestro ser, a todo lo bueno. Que nuestro espíritu, chispa divina, se llene sólo de bendiciones para derramarlas generosamente, llenos de bondad y de alegría, sobre todas las personas que encontremos en el camino. En el silencio y la quietud, dejemos que el suave murmullo del Espíritu nos transforme, y nos haga capaces de ofrecer los milagros de la gratitud y del perdón, que son las dos caras del milagro de todos los milagros: el Amor.

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Andres Ayala
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Nací en Santa Fe, Argentina, y desde muy pequeño he viajado mucho. Estudié Filosofía, Psicología y Teología. Actualmente resido en Hohenau, en el sur del Paraguay. Conocí el Unitarismo Universalista en Brasil, país en el que viví casi diez años, la amplitud, libertad y tolerancia fueron los aspectos que más me atrajeron. Considero que el Unitarismo Universalista es una fe para hoy, con un gran potencial para la integración de diferentes puntos de vista, en un marco de respeto, libertad y aceptación, propiciando una cultura de comunión, paz y fraternidad.
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