Las grandes religiones tienen como una de sus prácticas espirituales básicas el perdonar a aquellos que nos han ofendido y el pedir perdón cuando hemos sido los ofensores. A pesar de tantos beneficios derivados del perdón algunos preferimos ser víctimas pagadas de nuestra propia rectitud, abrigando rencor, deseo de venganza, e incapaces de lograr paz. Con estas reflexiones deseo compartir lo que me ha ayudado a mí y a millones a través de los tiempos a perdonar y a pedir perdón, obteniendo así una paz y alegría que a primera vista pueden parecer imposibles.


 

El tema del perdón es uno de los más comunes en las grandes religiones porque el perdonar es una de las acciones que trae más paz y satisfacción al alma y que nos hace poderosos y magnánimos frente a la injusticia, al odio y a las heridas recibidas. Resulta paradójico que aunque el perdonar trae tantos beneficios para la mente, el espíritu y aún el mismo cuerpo, seamos tan reacios a perdonar. Es como si escogiéramos el seguir abrigando rabia, odio, deseo de retribución, y más, sabiendo que perdonando podríamos disfrutar nuevamente de amistad, de amor familiar, de paz y alegría y ganar auto respeto y sobre todo libertad de espíritu.

Quizás el impedimento mayor para perdonar es creer que perdonar es olvidarse de lo ocurrido o de la intensidad de la ofensa o peor aún, que al perdonar estamos aprobando el mal comportamiento del ofensor. Otra traba para pedir perdón, es el orgullo malsano que nos hace creer que pedir perdón es humillarse, o que la valentía exige que sea la otra persona la que tiene que doblegarse primero. A veces ofendemos sin darnos cuenta y la persona ofendida guarda resentimiento, les cuenta la ofensa a otros, pero no se atreve a decírsela a quienes hemos sido los ofensores. Esto quizás por miedo de perder la amistad, o por cobardía, o porque no quiere agravar la situación. En este caso, se comete una doble injusticia; primero consigo mismos al sufrir sin necesidad en vez de aclarar lo ocurrido y en segundo lugar con la persona ofensora porque se le tiene resentimiento y ella ni sabe que está siendo acusada y culpada.

A veces me pregunto qué es más difícil, si pedir perdón o perdonar. Aunque lo ideal es llegar al perdón radical, haciendo las paces con quienes hemos ofendido y con quienes nos han ofendido, en la práctica, el perdonar se convierte en un camino a veces muy largo, lleno de dificultades tanto para pedir perdón como para perdonar.

Con razón el Bhagavad Gita, el poema Hindú más sagrado, escrito 200 años antes de la Era Común, dice: Si quieres ver al valiente, mira a los que pueden perdonar. Si quieres ver a los heroicos, mira a los que pueden amar en vez de odiar.

Los budistas han desarrollado una técnica espiritual que ya es clásica y practicada extensamente no solo dentro del budismo sino por millares alrededor del mundo. Esta técnica llamada meditación meta, que quiere decir bondadoso afecto o también misericordia, bondad infinita es muy efectiva para lograr el perdón radical pues incita a ir más allá de un perdón a medias, o transitorio. En la meditación meta se pide perdón por todo aquello que hayamos hecho de pensamiento, palabra u obra, a sabiendas o sin saber, con, o sin intención de ofender. Así mismo se ofrece el perdón incondicional y radical por todo aquello que se nos haya hecho de pensamiento, palabra u obra, a sabiendas o sin saber, con o sin intención de ofendernos.

Una de las vertientes iniciales de nuestra fe Unitaria Universalista es la religión Judía cuyas enseñanzas sobre el perdón son básicas y poderosas a través de las escrituras hebreas, llamadas anteriormente el Antiguo Tetamento. Además, cada año en Octubre caen dos de las fiestas más importantes en el calendario judío. Rosh Hashanah que es la celebración del año nuevo judío y Yom Kippur que en hebreo significa el día de la redención. Los diez días entre estas dos festividades son los días del asombro, durante los cuales se anima a las personas a hacer limpieza profunda de sus almas y corazones, para empezar el año con paz, con satisfacción de haber conquistado el odio, y el resentimiento pidiendo y concediendo perdón radical.

Nuestra otra vertiente inicial fue la Cristiana. Jesús habiendo sido un maestro judío tenía muy presente y así lo enseñaba que el perdonar era condición indispensable para estar bien con el padre celestial y con nuestro prójimo. Por Mateo 6:9-16 y por Lucas 11:-4, sabemos que cuando los discípulos le pidieron que les enseñara a orar, él les recitó el padre nuestro, la oración que se considera perfecta. En ella, una petición de suma importancia para lograr la paz y la felicidad es la referente al perdón. Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. En Lucas 6:37, durante su famoso sermón de la montaña Jesús dijo: No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. En Lucas 23:34, Jesús resaltó una vez más la importancia de perdonar cuando ya agonizando en la cruz demostró infinita magnanimidad y valentía al orar por los que lo torturaron y crucificaron: padre perdónalos porque no saben lo que hacen.

Un ejemplar contemporáneo de perdonar radicalmente fue Martin Luther King Jr. quien aprendiendo de su experiencia predicó: El perdonar no es un acto ocasional, es una actitud permanente. Esto es porque aún con las mejores intenciones, estamos sujetos a fallar una y otra vez. Es inevitable que con el roce frecuente con las otras personas, nos molestemos, nos hiramos y hasta lleguemos a ofender de palabra y obra. Y como la manera de obtener paz es estando libres de rencores, de resentimientos y de culpas, entonces tendremos que desarrollar esa actitud permanente de perdón tratando de no juzgar ni a nosotros mismos, ni a los demás.

A medida que maduramos espiritualmente, vamos abriendo el corazón y la mente para comprender las luchas propias y las de los otros. Poco a poco nos será más fácil aceptar que a pesar de las buenas intenciones es más fácil fallar que llevar a cabo nuestras buenas intenciones. Con perseverancia, poco a poco llegará el momento en que casi sin pensarlo, podremos perdonar y pedir perdón; entonces el fruto de nuestros esfuerzos serán las tan anheladas paz y alegría.

He aquí algunas prácticas que hacen más fácil pedir perdón cuando estamos conscientes de haber ofendido y otorgarlo cuando alguien que nos ha ofendido tiene la valentía de pedirlo.

  •          Comprender que lo que hicimos o nos hicieron no se puede deshacer.
  •          Saber que somos responsables por nuestras reacciones frente a las acciones de los otros.
  •          Evitar ser víctimas rumiando las ofensas pasadas y abrigando rencores; en lugar, actuar positivamente esforzándonos por dar y pedir perdón.
  • Reconocer que ejercitamos alto poder al otorgar perdón y mucha valentía al pedirlo.
  •          Recordar que todos los seres humanos sin excepción, estamos sujetos a ofender y a ser ofendidos y que por tanto todos sin excepción tenemos necesidad de perdonar y ser perdonados. En Juan 8:1-11 Jesús amonestó a los Fariseos y a los maestros de la ley que querían apedrear a la mujer adúltera así: el que no tenga pecado lance la primera piedra.  
  •          No sentirnos indignos de ganar la libertad, paz, alegría, autoestima y otros beneficios que llegan a quien pide y otorga el perdón.
  •          No tener recelo en pedir apoyo a la Fuente de Compasión para que nos apoye en nuestras intenciones de perdonar y pedir perdón.

Practicando el perdón estaremos afirmando y promoviendo el valor y la dignidad inherentes de cada persona o sea nuestro primer principio Unitario Universalista; igualmente estaremos afirmando y promoviendo la justicia, la equidad y la compasión en la relaciones humanas lo cual es nuestro segundo principio; estaremos aceptándonos los unos a los otros y animándonos al crecimiento espiritual conforme a nuestro tercer principio y por último estaremos afirmando y promoviendo nuestro sexto principio el cual nos incita a alcanzar la meta de una comunidad universal con paz, libertad y justicia para todos.

 

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Rev. Lilia Cuervo

La Rev. Unitaria Universalista Lilia Cuervo obtuvo su maestria en Divinidad del Seminario Unitario Universalista Starr King para el Ministerio, en Berkeley, California. Ademas es licenciada en Matemáticas y Física de la Universidad Nacional Pedagógica Femenina en Bogotá, Colombia y tiene otra maestría en Demografía de la Universidad de Georgetown, en Washington D.C.
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