Leyendo el editorial de este mes de “La Luz Digital” no puedo sino felicitar a los editores y, por su intermedio a la Iglesia Española Reformada Episcopal, por traer a la reflexión de los cristianos de habla hispana un tema que genera polémicas no sólo en el seno de la Comunión Anglicana, mas en todo el ámbito cristiano. Gracias por vuestro servicio a Dios y a Su pueblo.
Con respecto a la resolución tomada el pasado 14 de enero 2016 por los Primados Anglicanos que suspendió a la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos por un período de tres años de su participación plena en la Comunión Anglicana, en base a la decisión de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos de adoptar una fórmula para la celebración del matrimonio religioso de personas del mismo sexo, soy de la opinión de que la Comunión actuó contra la caridad cristiana.
La sociedad, en general, es cada vez más consciente de la dignidad de todo ser humano, independientemente de raza, género, orientación sexual, nacionalidad, estructuras familiares. En base a esa conciencia, muchos Estados han legislado el derecho al matrimonio civil de personas del mismo sexo. Ese hecho no ha permanecido ajeno a la reflexión teológica y la práctica pastoral de las Iglesias, particularmente las de tradición Anglicana, que se han destacado por su espíritu de amor, aceptación e inclusión.
“Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo.” Gálatas 3.28
La Iglesia Episcopal de los Estados Unidos viene practicando desde 2012 una forma de acompañamiento y bendición litúrgica que constituye una celebración de matrimonio —aunque no se le llame por ese nombre— denominada “lifelong covenant”, algo así como “compromiso para toda la vida”, que, si bien es una cuestión de orden litúrgico, expresa un entendimiento manifiesto de Dios, su Iglesia, el ser humano y las relaciones mutuas.
El matrimonio, sin importar el género u orientación sexual de los contrayentes, es siempre una cuestión civil. El sacramentalismo oculto, o a veces explícito, es ajeno no sólo a la realidad, sino al sentido común y, sobre todo, a la Sagrada Escritura. Sostener que el matrimonio es un sacramento, es afirmar que cualquier unión no sancionada por la Iglesia —sin importar la orientación sexual— no es matrimonio en sentido alguno. ¿Los no cristianos no son casados, aunque sean heterosexuales?
Como dice la sección XXV de los Artículos de Religión: “Aquellos cinco, comúnmente llamados sacramentos, es decir, la Confirmación, la Penitencia, las Ordenes, el Matrimonio y la Extrema Unción, no deben contarse como sacramentos del Evangelio[…]” La bendición matrimonial es eso, una bendición no un sacramento. Por lo tanto no hay razón para negarla a nadie por causa de raza, sexo, orientación sexual, cultura, o situación social. Si no nos negamos a administrar los Sacramentos establecidos en las Escrituras —Bautismo y Eucaristía— a personas homosexuales ¿con argumento podemos negar la bendición a quienes deciden expresar su amor por medio de una unión pública, formal y honesta?
Si bien la decisión de los Primados de la Comunión Anglicana no se presentó como una medida disciplinaria, el hecho es que la suspención de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos está basada en una postura de conveniencia, más política que dogmática. Partir de la base de que es la Iglesia, por medio de sus ministros, la que “sacraliza” las uniones de las personas es un argumento sumamente débil, además de contrario al espíritu del Evangelio.
La libertad de conciencia, la amplitud de miras y el respeto a la diversidad han sido siempre marcas distintivas del anglicanismo. Sería mucho mejor establecer un acuerdo consensual como ya lo han hecho, por ejemplo, las Iglesias Luteranas escandinavas, dejando en libertad a los Ministros para bendecir o no las uniones del mismo sexo —como así también las uniones heterosexuales— de acuerdo con su conciencia. Visto además que, en muchos países, los Ministros religiosos ofician el matrimonio como acto válido ante el Estado, deberían estar en posición de ajustarse a la legislación de sus jurisdicciones.
Quiera Dios bendecir e iluminar a los Primados y Moderadores de la Comunión Anglicana, también a toda la familia Anglicana Mundial, y a todo el pueblo de Dios, para proclamar el Evangelio de amor, perdón y reconciliación. “Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros.” Juan 13.34
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