Practicar la teología de la oscuridad puede ser nuestra salvación cuando decidimos ser valientes y emprender la difícil jornada hacia una vida nueva. Aplicada en momentos de crisis ésta puede ayudarnos a esperar confiadxs y segurxs mientras el sol de un nuevo amanecer espiritual nos trae crecimiento, sanación y transformación.
Cuando me preparaba para ir a Wheeling, West Virginia, el lugar donde iba a hacer mi internado como ministra, una persona que conocía muy bien la región me dijo: Para sobrevivir en Apalachia tienes que entender muy bien la teología de la oscuridad. Curiosa, le pregunté: ¿Cuáles son las condiciones que hacen necesaria una teología de la oscuridad allá? Ella me explicó que allá las noches aún durante el verano son tan oscuras como en el invierno y que siendo esta región tan pobre, especialmente en el área rural, no hay diversiones. Por lo tanto, en el invierno la gente principalmente las mujeres permanecen encerradas en sus casas, mientras que los hombres con frecuencia salen a beber con los amigos. Esto en general conduce a depresión, a aumento en alcoholismo y a la violencia doméstica. Esta conversación tuvo lugar durante el verano en California, así que lo último que yo podía pensar en ese momento era en la teología de la oscuridad.
Sin embargo, apenas el frio del invierno llegó y con él una oscuridad como nunca había experimentado en mi vida, (de hecho, en West Virginia venden una tarjeta postal totalmente negra que dice: noche en West Virginia) no tardé en sentir cómo el frío y la oscuridad afectaban mi cuerpo y mi espíritu. Porque no eran solo el frío y la oscuridad ambiental que me estaban envolviendo, sino también un frío y oscuridad por así decir, interiores. La ausencia de mis hijitos y de mis amistades, el estar en un lugar totalmente nuevo sin conocer una sola persona latina y en una cultura tan diferente de la nuestra, fueron creando una tristeza insidiosa, que se me fue colando por el alma sin yo casi darme cuenta. Y digo que esa tristeza fue insidiosa, porque en realidad yo estaba muy feliz de estar sirviendo a una comunidad tan afectuosa e interesante, conociendo y experimentando una nueva cultura y avanzando mi preparación para el ministerio.
Fue entonces por allá por mediados de diciembre cuando reconocí que la vida me estaba dando una oportunidad para descubrir y aplicar aquel consejo: Tienes que aprender la teología de la oscuridad. En nuestra religión Unitaria Universalista creemos que cada persona desde que tiene uso de razón debe desarrollar su propia teología respecto de la vida y sus diferentes circunstancias. Esto puede crear mucho miedo al principio, particularmente si venimos de otras religiones donde se nos dieron pautas específicas de cómo evitar el infierno y llegar al cielo. Sin embargo, una vez que asumimos el control de nuestras vidas y practicando nuestro cuarto principio de una búsqueda libre y responsable por la verdad y el sentido de la vida, nos hacemos responsables por nuestras acciones, la libertad y el poder que surgen en nuestros espíritus tienen valor incalculable.
A menudo se nos dice que la vida es la mejor maestra. También se nos dice que esta maestra, puede jugar su mejor papel cuando a través de muerte, separación, fracaso, pérdida y otras crisis emocionales, espirituales o corporales, nos sumergimos en la oscuridad profunda del desaliento, del dolor, o de la desesperanza. En momentos cuando estamos ciegos de dolor por una traición o por la pérdida de un ser querido, cuando perdemos el empleo, o nuestras propiedades, cuando sentimos que todos nos han abandonado, cuando nuestros cuerpos han sucumbido a la enfermedad o han sido lisiados por accidentes o por ataques de otros, en esos momentos cuando sentimos como dijo el poeta* que el alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar, es precisamente cuando la vida puede ser nuestra mejor maestra.
¿Y qué sigo aprendiendo de esa sabia maestra cuando sumergida en tinieblas espero que mi sol vuelva a brillar? Algo básico es poner las cosas en perspectiva diciéndome a mí misma: En otras ocasiones similares o peores pudiste salir al otro lado. Si antes, después de períodos de tremenda oscuridad el sol brilló para ti, ciertamente esta vez también brillará. Esta lección la podemos aprender observando los ciclos de la naturaleza; después del invierno viene la primavera, después de la noche viene el día, solamente enterrada en la oscura tierra la semilla puede germinar y los incipientes capullos se convierten en bellas flores solamente cuando es su tiempo de abrir.
Otra lección importante es recordar nuestra propia historia; ¿qué nos llevó a la oscuridad y a la tristeza y qué hicimos bien para evitarlas o para salir de ellas? ¿Cuál fue el sol que brilló en nuestras almas y disipó la oscuridad? Observando nuestras reacciones negativas frente a lo que nos disgusta, hiere o deprime, podemos aprender a modificarlas y hasta a evitarlas por completo.
En mi experiencia, para conseguir la germinación del cambio, de la sanación y la transformación propias aplicando la teología de la oscuridad requiere acción espiritual. Requiere paciencia y confianza en que la divina sabiduría que rige las estaciones y que inventó la danza de la luz y la oscuridad en el universo, nos sostendrá en la espera mientras nuestras fuerzas se restauran en el silencio y en la oscuridad.
Otra noción sumamente importante que aprendí de la teología de la oscuridad, es la de que sólo enfrentando los problemas y retos y dejándome embargar por el sentimiento ya sea del dolor, la desilusión o el miedo y prestando atención a su mensaje, llegaré a comprender cada vez más lo que es ser verdaderamente humana. Esta idea que no es nueva, fue expresada por Rabindranath Tagore en una de sus inspiradas oraciones así:
«No me dejes orar por ser protegido de los peligros,
sino por ser intrépido en enfrentarlos.
No me dejes rogar por acallar mi pena,
sino porque mi corazón pueda conquistarla».
Esos cambios benéficos requieren en general vencer el miedo a perder lo conocido, a dejar ir lo que ya no nos sirve y a renunciar al control sobre lo que una vez tanto anhelamos. Nadie mejor que la poetisa Mary Oliver sabe describir esta condición necesaria en la práctica de la teología de la oscuridad. Dice ella:
«Para vivir en este mundo
tienes que poder hacer tres cosas:
amar lo que es mortal;
Apretarlo contra tus huesos
sabiendo que tu propia vida depende de ello;
Y, cuando llegue la hora de dejarlo ir,
dejarlo ir, dejarlo ir».
Ese dejar ir lo podemos hacer poco a poco, con compasión y entendimiento hacia nosotrxs mismxs y hacia los otros, incluso hacia aquellos que son la causa de nuestra oscuridad.
Ahora bien, ¿cómo sabremos que realmente necesitamos cambiar, que somos llamados a dar un vuelco a nuestras vidas? Graduaciones, comprometerse en matrimonio o en unión, ganarse el premio gordo en la lotería, traslado o pérdida de empleo, muerte de un ser querido todas estas situaciones obviamente requieren ajustes y transformaciones. Otras veces, las señales empiezan muy quedo, a veces son confusas, a veces se manifiestan fuertemente para luego desaparecer por un tiempo y retornar con mayor fuerza. Cuando empezamos a sentir como un desasosiego sin razón aparente, cuando lo que antes nos deleitaba nos causa hastío o nos deja indiferentes, cuando nuestros sentimientos aparecen a flor de piel y casi todo nos molesta, cuando en un momento en que no aguantamos más una situación y una voz interior nos grita ¡basta! entonces podemos estar seguros de que algo va a tener que cambiar en nuestras vidas.
Practicar la teología de la oscuridad puede ser nuestra salvación cuando decidimos ser valientes y emprender la difícil jornada hacia una vida nueva.
Aplicada en momentos de crisis ésta puede ayudarnos a sanar, a crecer y a transformarnos, mientras confiadxs y segurxs esperamos que el sol vuelva a brillar en nuestras almas.
He aquí algunos pasos que me han ayudado a practicar con éxito la teología de la oscuridad:
- La sexta fuente de nuestra tradición viva nos estimula a seguir las enseñanzas espirituales de las tradiciones basadas en la madre tierra las cuales nos invitan a celebrar el sagrado círculo de la vida y a vivir en armonía con los ritmos de la naturaleza. Entonces como la naturaleza, esperar pacientemente mientras las sombras se recogen y el sol vuelve a brillar.
- Poner las situaciones en perspectiva y basándonos en nuestra propia historia de éxitos y fracasos aprender cómo obrar en el futuro con compasión por nosotros mismos y por los demás.
- Imitar los ejemplos de personas a quienes admiramos por su capacidad de superación y transformación hacia el bien.
- Poner confianza plena en que la divina sabiduría nos sostendrá en la espera mientras nuestras fuerzas se restauran en el silencio y en la oscuridad. Esto resulta más fácil practicando la primera fuente de nuestra tradición viva que es la experiencia directa de aquel misterio y maravilla transcendentes afirmados en todas las culturas que nos llevan a una renovación del espíritu y a una apertura a las fuerzas que crean y sostienen la vida.
- Enfrentar valientemente lo que nos atemoriza y sentir a fondo y sin huir cualquier sentimiento. Así seremos capaces de aprender quiénes realmente somos y qué calibre tienen nuestras almas. Y por sobre todo obrar para efectuar los cambios necesarios, porque como dice el Unitario Universalista Max A. Coots en su poema Las estaciones del propio yo:
» A menos que pongamos en marcha las estaciones del propio yo, y nos abramos a la primavera, el invierno seguirá y seguirá . y la vida nunca retornará a pesar de la primavera».
- Cuando llegue la hora de dejar ir lo que es obsoleto en nuestras vidas, dejarlo ir y renunciar al control de lo que no podemos o debemos controlar. Aunque a veces esto parece imposible, no lo es si nos sacrificamos con compasión, manteniendo presente que lo hacemos con entendimiento de las consecuencias de seguir repitiendo patrones dañinos.
- Aceptar con gratitud tanto lo que perdimos como lo que aún nos queda.
Que sus vidas nunca tengan que estancarse y ser vividas sin la alegría de la primavera. Que puedan conquistar el miedo a enfrentar la oscuridad. Que sus corazones se abran con valor a los cambios necesarios y que llevados por el río de la vida desemboquen en el océano infinito de amor, fe y paz.
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* Porfirio Barba-Jacob. Canción de la vida profunda.
cuarto principio y primera y sexta fuentes de la tradición viva unitaria universalista., miedo, Teología de la Oscuridad, transformación, tristeza
Rev. Lilia Cuervo
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