Por Rodrigo Ferrando
Muchas de las cosas que creo saber las sostengo mas por la fe que por el conocimiento en si, y esto es incuestionable, mas cuando nos acercamos a un creyente que nos dice haber venido de una reunión diplomática con el arcángel Miguel. Cuestión de fe. Porque lo que es por fe es locura, argumentaba el apóstol Pablo, y no todos son dignos de ella.
Pero si hay una ley como el apóstol dice que la hay, innata, inherente al «espiritu» humano, esta ley no es mas que la ley racional de la que hablaba Platon en la Republica. La idea que es anterior a la cosa. Casualidad, destino, o que, no lo sabemos, pero el mundo romano del siglo primero donde Pablo anduvo era culturalmente griego, platónico, helenista. Pablo necesitaba hacerse platónico para llegar a los platónicos, ese fue el tópico fundamental y estructural de toda su teología, de todo el cristianismo posterior y del cristianismo actual.
Llegamos así a la clara conclusión de que nuestro cristianismo es en esencia platónico, esto es; Hay algo, una idea anterior, mas allá de lo perceptible, que es natural en el hombre, creyente y no creyente. Pero el hombre está caído de su mente espiritual, enviado por Dios mismo a una mente carnal y por eso no puede vivir la vida de fe y necesita de un nexo que lo vuelva a esa idea original de Dios en si, necesita la salvación. El hombre vive guiado por sus pasiones carnales, por sus deseos engañosos, estos no hacen mas que alejarlo del conocimiento de lo verdadero, de Dios.
Esta es la naturalidad de Dios, esta es la incuestionabilidad de Dios, claro, como agregar o quitar palabra alguna si no está en nosotros tal facultad de hacerlo. Heredamos la idea de que nacemos con principios anteriores a nosotros, principios que nos ayudan a vivir en comunidad y a desarrollarnos en ella.
¿Pero es esto así?
¿Y si Platón se equivocó?
¿Y si Moises se equivocó?
¿Y si Pablo también erró queriendo amoldar su evangelio semítico al mundo griego?
¿Cómo se conecta todo este enredo con la figura de Jesús?
¿Tiene algo que ver la historia de un campesino de Galilea preocupado por la situación apremiante que vivía su sociedad con lo que Platón decía?
¿Platón ó Marx?
Seguramente Jesús se hubiera interesado mas en la lectura marxista para ser libre del modelo esclavista que en las postulaciones utópicas que para nada le serian útiles.
Por un lado Jesús predica la libertad política, económica y religiosa, entendiendo que para el pensamiento antiguo hebreo no había separación de estas tres ya que el centro de poder era el Templo. Había que poder terminar con la injusticia y la inequidad social, dirian los discípulos de Jesús.
Por otro lado el apóstol Pablo ya no va a mirar los intereses de la clase baja, mas bien se dirige a los hombres que tienen una condición social al menos estable.
Dejamos a un lado la figura de Jesús entonces para continuar con la linea histórica del pensamiento platónico.
Evidentemente Jesús, el concreto, el histórico, no es la base del mensaje paulino, es totalmente ignorado. Claro, como predicar de liberación social a gente que no la necesitaba.
Mas bien Pablo se movía en el mundo letrado, a comparación de Jesús que nunca escribió mas que un garabato en el polvo del suelo judío.
Pablo es entonces quien da forma, quien da dirección al primitivo movimiento judeo cristiano, judeo heleno, proponiendo una mejora de la Ley, de la Torá con conceptos del orden de lo espiritual, porque a él se le reveló que hay un mundo donde las cosas son tan bellas que no se pueden describir con palabras humanas.
Pablo nos dejará una religión hebrea espiritualizada, universalizada, donde llegamos a Dios ya no por obras sino por fe.
Cuento Griego:
La realidad oculta bajo las apariencias era lo que el viejo mundo griego quería escuchar, y Pablo lo hizo, desvelar al Dios no conocido, a ese que ellos adoraban pero sin conocer es el Dios que Pablo viene a predicar.
Seguramente no habrá sido sencillo lidiar con la fe y con la razón en ese primer siglo convulsionado por tantas corrientes de pensamiento, por tantas revueltas y por tantos grupos sectarios que predicaban cada uno de ellos la verdad absoluta.
Pero lo cierto es que Pablo le dio a la audiencia lo que ellos ansiaban escuchar. Sobre el Dios inherente al hombre, en el cual nos movemos somos y andamos. Consciente de la tensión semítica helena resuelve magistralmente con la idea de un Dios que si bien está en los cielos también está en la tierra, no en los templos sino en el hombre. Universalismo.
Sincretismo, parece ser la respuesta de nuestro apóstol, una religión compuesta por muchas otras, la conclusión a las necesidades de una época.
Como Pablo entiende que necesita reformular su mensaje, sincretiza un judaismo dentro de un mundo griego y logra acercar una religión de «esperanza» a una gran cantidad de personas. Y su emprendimiento tuvo tanto éxito que fundo las bases para lo que vendría a llamarse a partir del siglo dos como, cristianismo, la religión oficial del imperio romano.
En estos días del siglo 21 deberíamos analizar también como sincretizamos al cristianismo con nuestro mundo sediento de una religión integradora, liberadora y por sobre todo actualizada a las necesidades del día a día del hombre moderno.
La palabra de Dios es la que trae alivio y respiro al oprimido, al sufrido que con un corazón sincero va a los templos en busca de una respuesta a su necesidad apremiante. ¿La encuentra?.
¿Que hay en la Biblia de «Palabra de Dios», de respuesta, de negociación con la humanidad?
No es tan importante lo que la Biblia en sí dice, no hay corriente teológica mas cierta que otra, lo concreto, lo funcional, lo importante, es lo que al lector le pasa cuando lee el libro, cuando escucha una canción o cuando en un mismo deseo con el otro busca la verdad. Verdad que trae consuelo y esperanza.
¿Que importa lo que dice la Biblia si en mis códigos culturales no me es útil? Se preguntaría el apóstol Pablo pensando en su auditorio.
No es la Biblia la «palabra de Dios», sino que la palabra de Dios es aquella palabra que cuando llega a tu vida te hace cambiar la tristeza por la alegría, la angustia por la tranquilidad, el terror por la esperanza.
Necesitamos ser salvos de las ideas que pretenden ser emanadas del trono de Dios.
Hoy necesitamos una salvación práctica, que lidie con temas concretos, con necesidades básicas, no la salvación egoísta del alma como en la antigüedad (o como anacronicamente siguen sosteniendo muchas religiones en el presente), una verdadera salvación social, colectiva, que nos hermane y que nos haga sentir que todos somos parte de todos, que una idea no nos puede separar, que la politización religiosa que se haga de una idea cualquiera no sirva sino para amalgamar las diferencias y las distancias que el propio modelo globalizado nos traza.
Fuente: http://rodrigoferrando.blogspot.com/2015/05/ni-dogmatico-ni-esceptico.html
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