Solo los seres humanos han llegado a un punto donde ya no saben por qué existen. No emplean el cerebro y han olvidado el conocimiento secreto del cuerpo, de los sentidos y de los sueños.

 

Cuando yo era adolescente en mi casa no teníamos teléfono, y como todos los jóvenes salía con mis amigos a divertirme o iba a la casa de algún compañero para estudiar. Mi madre invariablemente me pedía que me cuidara y que regresara temprano; pero a muchos de mis amigos y compañeros de la escuela que sí tenían teléfono, sus padres les pedían que les llamara por teléfono para que ellos supieran que estaba bien y saber a qué hora iban a regresar a casa. 

Como jóvenes nunca recordaban que tenían que reportarse a casa cuando regresaban. Sus padres les reclamaban que no les habían hablado; como defensa, invariablemente les decían que lo habían intentado, pero los teléfonos públicos por donde andaban estaban descompuestos, o que no traían cambio, o que la fila para hablar por teléfono estaba muy larga.

Actualmente, la mayoría de los humanos tenemos teléfonos celulares y los llevamos a todos lados a donde vayamos como si fueran parte de nuestro cuerpo, y aquellas escusas que mis amigos ocupaban ya no le funcionan a nadie, ahora todos tenemos otras escusas como el clásico, ¡me quedé sin batería!

Por supuesto, en aquel entonces teníamos que aprendernos de memoria el número telefónico de nuestra casa, así también los números telefónicos de los amigos y familiares más cercanos; en cambio en estos días muy pocas personas se saben de memoria los teléfonos de los demás, debido a que todos los números telefónicos los tenemos al alcance de nuestro dedo dentro de nuestros celulares. 

Como muchos jóvenes, yo enviaba cartas a algunos amigos y familiares y tenía que esperar algunas semanas, y a veces meses para recibir la contestación. Actualmente a través de Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, etc.  o con alguna otra aplicación de nuestro teléfono celular enviamos un mensaje y a los pocos minutos tenemos la contestación.

A mi casa no llegaba el periódico, ya que mis padres nunca se suscribieron a ningún diario; la manera en cómo yo me enteraba de algunas noticias era leyendo algunos encabezados en algún puesto de periódicos o por las noticias que escuchaba en la radio.

Si yo quería ver una película iba a una sala cinematográfica o tenía que estar en mi casa, prender la televisión, en blanco y negro, y disfrutar la película que estaban pasando en alguno de los 4 canales que había en aquel entonces en México. 

Todo esto era lo más normal no hace mucho tiempo, desde entonces solo han pasado 40 años. Actualmente estamos viviendo en el siglo XXI, el siglo de la tecnología, el siglo de lo inteligente.

Nuestros teléfonos celulares nos sirven para hablar, jugar, chatear, ver películas o programas de televisión, tomar fotografías de alta resolución, escuchar música, encontrar lugares y direcciones, mandar mensajes, pagar en tiendas y restaurantes y muchas otras funciones más, en otras palabras, nuestros teléfonos celulares inteligentes son unas pequeñas computadoras los cuales son miles de veces más potentes que las computadoras que usó la NASA para poner al primer hombre en la luna en 1969.

Los televisores son cada vez más delgados e inteligentes, ahora cuentan con más de 300 canales a nuestra disposición de los cuales solo vemos alrededor de 5; los automóviles inteligentes pueden frenar automáticamente para evitar atropellar a algún transeúnte que vaya atravesando la calle o para no golpear a un automóvil que vaya enfrente a nosotros, nos ayudan a través de cámaras, a que podamos ver qué hay detrás de nosotros cuando nos echamos en reversa, además de ayudarnos a ahorrar combustible, y en algunos modelos, se estacionan solos, calientan los asientos en el invierno, prenden las luces automáticamente cuando la luz es escasa; los refrigeradores inteligentes nos indican que necesitamos comprar y qué tan viejo es lo que tenemos dentro de ellos. A Alexa o a Siri les pedimos con un comando de voz que toque nuestra música favorita, apague las luces o que nos conecte telefónicamente con alguno de nuestros familiares o amigos, además de algunas funciones más como que nos dé consejos sentimentales, económicos y/o familiares.

Todos estos logros tecnológicos son gracias al avance de la inteligencia artificial, la cual en la actualidad, es una parte esencial de nuestra vida moderna, entendiendo  inteligencia artificial como el concepto científico que hace referencia a una forma de tecnología que incluye el diseño y creación de entidades u organismos que tengan la capacidad de realizar procesos de análisis, comprensión y razonamiento semejantes a la inteligencia humana.

Mientras la inteligencia artificial va en aumento en forma exponencial, pareciera ser que la inteligencia humana se está estancando, o peor aún, va en retroceso.

Como comenté anteriormente, los teléfonos celulares pareciera que forman parte de nuestro cuerpo, ya que no podemos vivir sin ellos, y nos hemos acostumbrado a la libertad que nos proporcionan, ya que podemos hablar con quién queramos sin importar el lugar donde nos encontremos, que paradójicamente muchas personas perdemos esa libertad de la que tanto hablamos y nos convertimos en los esclavos de dicho aparato. Muchas personas tienen la obsesión de hablar o contestar las llamadas, y/o textos en el momento en que llegan a nuestros teléfonos. Desafortunadamente esa libertad que nos ofrecen los teléfonos celulares hace que hablemos o contestemos las llamadas o los mensajes de texto cuando vamos manejando, con la consecuencia de tener un accidente automovilístico, en donde podemos perder la vida y/o la de otros transeúntes o automovilistas. ¿Acaso esta conducta es muy inteligente?

Actualmente las redes sociales-Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, etc. aparte de ser altamente adictivas, son la manera más común de comunicarnos entre nosotros, pero paradójicamente, los humanos ya no nos comunicamos los unxs con lxs otrxs personalmente, ahora nos enviamos mensajes, sin importar que la persona con la que nos comuniquemos esté en el cuarto contiguo a nuestra recamara, al otro lado de la mesa, o esté al otro lado del mundo.

Además de ser el medio más común de comunicación, decimos que las redes sociales nos mantienen “informados” de los acontecimientos de nuestro país y del mundo entero.

Nosotros los Unitarios Universalistas  no nos escapamos de utilizar toda esta tecnología inteligente, y por lo consiguiente, muchos de nosotros tenemos los mismos vicios que el resto de los humanos.

Las redes sociales se han convertido en un espacio en el que se comparte información de actualidad u opinión con carácter noticioso y de manera inmediata. Algunas noticias más relevantes suelen ser muy compartidas en Facebook y/u otras redes sociales, por lo que es posible estar enterado y actualizado con relación a la información más importante que se genere sobre prácticamente cualquier asunto; pero es importante recalcar que Facebook al igual que las demás redes sociales no son un medio informativo o periodístico, ya que los contenidos que ahí pueden encontrarse son publicados por cualquiera de los usuarios de dicha plataforma, sin importar que estén bien informados o no. Nuestro cuarto principio nos insta a una búsqueda por la verdad y el sentido, esto lo sabemos y en la mayoría de las veces lo practicamos, pero en algunas ocasiones, tendemos a ver o leer algo en Facebook, Instagram, twitter, etc. y lo reenviamos sin averiguar si es verdad, si es mentira, o si está actualizado, en otras palabras, no  buscamos la verdad ni el sentido.  

El bullyng es otro problema que se ha incrementado en este siglo de la inteligencia. Cuando digo bullying (termino en inglés),  hago referencia al acoso o intimidación que puede ser verbal, física, psicológica, cibernética, entre otras, cuyas víctimas son niños y jóvenes y que es ejercida por uno o varios compañeros dentro o fuera de la escuela. Este término también se utiliza para designar otros tipos de acosos, como el caso del laboral.

En los últimos años se ha intensificado esta problemática que preocupa tanto a padres como a docentes y autoridades educacionales de los diversos países, especialmente de Latinoamérica. Es allí donde se ha incrementado de manera alarmante esta práctica que se puede ver no solamente dentro de la escuela sino que se traslada a las redes sociales y al barrio donde vive la víctima, afectando de este modo a millones de niños en su autoestima, llevándolos en muchos casos a la muerte. La definición de bullying es aquella práctica de acciones intimidatorias, violentas y constantes sobre niños o adolescentes de ambos sexos practicadas por sus pares dentro del ambiente escolar o en aquellos vinculados a este; con el fin de hacerlos sentir inseguros, agredirlos, o entorpecerles su desenvolvimiento en la clase, así como en la vida social y personal. Los padres de los acosadores en muchas ocasiones son los acosadores de los acosadores de otros niños o jóvenes y de las madres de estos; otros no le prestan la importancia al problema, alegando que es una broma y es pasajero. Entonces, ¿en dónde queda “El valor y la dignidad propia de cada persona; la justicia, equidad y compasión en las relaciones humanas”?

Como sociedad nos hemos ido deshumanizando. Yo recuerdo que no hace mucho tiempo, cuando había un accidente automovilístico, muchas personas se detenían para tratar de ayudar, en desastres naturales la gente también se movilizaba para ayudar. Ahora la tendencia es, sin importar si es accidente automovilístico o desastre natural,  tomar una o algunas “selfies” para ponerlas en las redes sociales. Ejemplo de esto lo vemos a diario con las peleas de los adolescentes, en donde en lugar de separarlos, jóvenes y adultos toman un video para poder subirlo a las redes sociales primero y  buscar el tan ansiado “me gusta”. Pareciera ser que lo importante en la vida es que nuestros seguidores y amigos nos pongan en lo que subimos a dichas redes un “me gusta”.

En el afán de poder conseguir ese tan anhelado “me gusta”, en este siglo de la inteligencia, hemos perdido nuestra propia privacidad. Compartimos con nuestros “amigos” de la Red nuestros gustos, problemas y alegrías, el nacimiento de algún miembro de nuestra familia, la defunción de algún ser querido, nuestras infidelidades, conquistas amorosas, despidos o contrataciones en algún trabajo, lo que comemos, a donde vamos de vacaciones y todo lo compartimos en una forma nada inteligente, ya que subimos a la Red un sinfín de fotografías para reforzar todo lo que enumeré anteriormente, además de compartir con “algunos amigos” fotografías muy íntimas de nosotros mismos o de nuestra pareja las cuales en muchas ocasiones son replicadas por “nuestros amigos” a sus propios “amigos” y así sucesivamente, hasta que regresan a nosotros  creándonos muchos problemas. Toda esta información personal compartida es aprovechada por ladrones, estafadores, parejas resentidas, empresas multinacionales, gobiernos y por supuesto por las empresas de productos y servicios. Estos escenarios que menciono, todos los que estamos en las redes sociales lo sabemos, pero aun así lo seguimos haciendo.

El derecho al voto nadie nos lo regaló, tuvimos que luchar por este derecho por muchos años, el cual nos costó muchos golpes, encarcelamientos, algunas muertes y algunos divorcios. Ahora que lo tenemos y podemos ejercerlo, muchos no votamos por distintas razones. No lo hacemos. Muchos de aquellos que sí votan hacen la decisión por ellos y por los que no votan de quien nos gobernará. Los que votan no votan por el bien común, sino por sus propios intereses, o como dicen los votantes en México, votamos por el menos malo, y luego nos quejamos como sociedad de que alguien como Trump, Bolsonaro, Uribe, López Obrador, Maduro, Ortega, Cristina Fernández, etc. lleguen al poder. Como podemos ver, votamos no muy inteligentemente. 

Las redes sociales también juegan un papel muy importante en las votaciones, y nosotros los votantes, nos creemos todo lo que se dice de los candidatos o de sus contrincantes sin verificar si lo que estamos leyendo es verdadero o falso o exagerado.

Quizá la desventaja más notable de Facebook tiene que ver con la pérdida de privacidad. Los usuarios exponen buena parte de su información personal en la plataforma (desde datos de identificación hasta fotografías o videos personales), lo que permite que esté al alcance de personas que tengan malas intenciones.

No es necesario ser Unitario Universalista para seguir los principios UU, ya que creo que son principios de sentido común, los cuales estamos viviendo en el siglo de lo inteligente, sin que el ser humano actué en forma inteligente. No niego que todos los avances de la tecnología con inteligencia artificial ha llevado a la humanidad muy lejos, pero ¿a dónde nos va a llevar toda nuestra soberbia y estupidez humana?

Esto me recuerda lo que Ciervo Cojo, un Chaman Lakota dijo:

“Solo los seres humanos han llegado a un punto donde ya no saben por qué existen. No emplean el cerebro y han olvidado el conocimiento secreto del cuerpo, de los sentidos y de los sueños. No utilizan el conocimiento que el espíritu ha puesto en cada uno de ellos; ni siquiera son conscientes de ello y por eso avanzan a trompicones por el camino de la nada: una carretera pavimentada que ellos mismos nivelan y alisan para llegar más de prisa al gran agujero vacío que encontrarán al final esperando para tragárselos. Es una autopista rápida y cómoda, pero yo sé a dónde conduce. Lo he visto. He estado allí en mi visión y tiemblo al pensarlo”.

*Ciervo Cojo, chaman Lakota, Ciervo cojo, buscador de visiones.

acoso, derecho al voto, Inteligencia artificial, me gusta, sentido común, soberbia

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Roberto Padilla
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Roberto Padilla

El doctor Roberto Padilla es miembro de la Primera Iglesia Unitaria de San Jose, California.
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