Al fin y al cabo conquistando y defendiendo los derechos humanos, conquistamos y defendemos nuestro también nuestro derecho a la felicidad.
Por Raul Martinez Quiroz
El concepto de Derecho Humano
¿Qué entendemos por Derechos Humanos? Una respuesta muy sencilla es simplemente lo que merecemos en sentido positivo por ser seres humanos. Los Derechos Humanos pueden también relacionarse con el concepto de dignidad, entendida ésta como un valor de respeto, de aquello que nos enaltece, nos valoriza y nos refuerza en autoestima.
Los derechos humanos tienen cualidades fundamentales: son universales, son inalienables, son irrenunciables, son imprescindibles y son indivisibles. Sin entrar en tecnicismos al respecto, resulta adecuado reflexionar mucho más en la universalidad, ya que se asocia a la capacidad de estar en todos lados, en el universo terrenal mismo sin importar la nacionalidad, etnia, creencia, género u otra característica. Una persona de Asia u Oceanía, por ejemplo, merece en sentido positivo lo mismo que una persona de África, Europa o América; sea infante, adolescente o adulta; sea seguidora de Confucio, Buda, Mahoma, Jesús o de ningún sabio o profeta; sea heterosexual, LGBTQ; sea de ideología de izquierda, de derecha o apolítica; sea del género masculino, femenino o no binario; sea de origen afroamericano, indígena, semita, caucásico o mongol. Tal universalidad paralelamente encuentra su sinónimo en la transversalidad, y dicha transversalidad invita a la no discriminación y a la inclusión
Siguiendo un poquito con otros aspectos técnicos, los derechos humanos se pueden clasificar en dos grandes tipos: los derechos políticos-civiles y los derechos económicos-sociales-culturales. Por ejemplo, el derecho a la libre expresión es uno del tipo político-civil mientras que el derecho a la salud es uno del tipo económico-social-cultural. ¿Y la espiritualidad es un derecho?, ¿de qué tipo?, ¿requiere específicamente de una clasificación?, ¿es un derecho más allá de lo mundano?
Por último, los derechos humanos se conquistan y se defienden. Quizá suene reaccionario lo dicho anteriormente pero es una necesidad. Si bien nacemos con garantías estipuladas por los cuerpos jurídicos como son las leyes nacionales y los protocolos internacionales, lamentablemente existen incumplimientos. Día a día se violan los derechos de personas en algún rincón del mundo y se anula la existencia de uno u otro en particular por simple omisión o negligencia. Casos hay por montones y basta ver los informes que anualmente entregan algunas organizaciones especializadas en la materia (Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, entre otras) para darnos cuenta que globalmente la situación de los derechos humanos es sumamente crítica. Pareciera ser que mientras más avanzamos en tecnología, más retrocedemos en aspectos básicos de nuestra existencia. Algo hay que hacer para revertir esto. No podemos quedarnos de brazos cruzados.
Los derechos de todxs nosotrxs pueden ser vulnerables de sufrir lesiones pero hay que procurar curarlos. Ya sea con la educación, con la denuncia, con la justicia, con el activismo y con cuanta acción inteligente y bondadosa se puede aplicar un buen tratamiento. Pero este tratamiento requiere de dos componentes muy poderosos, como si se trataran de unas medicinas milagrosas: el amor y la fe. Sí, el amor al prójimo que impide el odio y el daño, y la fe que otorga la creencia en algo mejor, ya que vinimos al mundo para existir en plena felicidad y amor.
Al fin y al cabo conquistando y defendiendo los derechos humanos, conquistamos y defendemos nuestro también nuestro derecho a la felicidad.
¿Qué podemos reflexionar sobre nuestros propios derechos?, ¿cuáles son nuestras propias realidades al respecto?, ¿cómo hacemos para conquistar y defender nuestros derechos?
Iglesia de la Gran Comunidad
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