La ideología de supremacía blanca se basa en varias falsedades, incluyendo la creencia que la civilización occidental es superior a cualquier otra y de hecho confirma la superioridad de la raza blanca. Sin embargo, la historia y la antropología contradice esta creencia errónea.
Como Universalistas Unitarios, tenemos una larga tradición de activismo antirracista, así como también de educación dentro de nuestras propias comunidades sobre las falacias ideológicas y el daño social que proviene del racismo y otras formas de prejuicio e intolerancia. Sin embargo, esta tradición está hoy desafiada por el hecho que, en todo el mundo, especialmente en los Estados Unidos de América, ha habido un aumento sin precedentes en el racismo, el nativismo y la xenofobia, especialmente contra las masas de familias inmigrantes que escapan de la muerte y la destrucción en su tierra natal.
Más allá de las realidades políticas, la ideología del racismo tiene fundamentos en anticuadas creencias de larga duración sobre la superioridad incuestionable de los europeos blancos y la civilización occidental en comparación con otras razas o civilizaciones. Más recientemente, el surgimiento de un modo de pensar que se denomina «supremacía blanca» ha reavivado ese debate académico de hace décadas sobre la civilización occidental y su lugar en el contexto de la historia humana.
Los supremacistas blancos, muy parecidos a los racistas académicos que he encontrado en mis lecturas, investigación y educación formal, sostienen la inquebrantable creencia que la civilización occidental es la máxima expresión del logro intelectual y cultural humano. Al mismo tiempo, los males evidentes de la esclavitud, la dominación, el genocidio, la explotación y la devastación ambiental que son elementos esenciales de esa civilización global, están justificados como solo una expresión normal de la naturaleza humana.
Como estudiante de antropología, traté de resumir esta visión eurocéntrica con la siguiente frase: «Todos los grandes logros humanos son solo occidentales y todos los grandes fracasos occidentales son solo humanos.»
Hay múltiples formas de responder a esta falacia poderosa y universal de la supremacía blanca basada en la supuesta superioridad de la civilización occidental. Una respuesta seria señalar ciertas realidades históricas y antropológicas que no se pueden negar.
Para empezar, comparar culturas y civilizaciones tan distintas es como comparar mangos con manzanas. Cada sociedad nació, se desarrolló, floreció y muchas veces se decayó en respuesta a sus condiciones específicas de geografía, economía y tecnología que la sustentaron. Por lo tanto, es muy difícil, aunque no imposible, formular y aplicar estándares auténticamente universales para evaluar el valor y la virtud de cualquier civilización en comparación con cualquier otra.
Un resultado obvio de estas diferenciales circunstancias que crean y afectan el desarrollo de cada civilización es la duración misma de cada una. La civilización Inca se desarrolló a lo largo de los siglos, pero el Imperio Inca extendió su dominio por solo un siglo antes de ser brutalmente conquistado por Pizarro.
Por contraste, el Imperio Romano duró cinco siglos antes de que fuera finalmente destruido por su decadencia interna y por la invasión de los vándalos y visigodos. Sin embargo, siglos antes, los egipcios crearon una civilización y un imperio cuyas dinastías reales duraron miles de años.
¿Cómo podemos comenzar a comparar estas tres civilizaciones muy diferentes con tan amplias variaciones y duraciones incomparables?
La civilización occidental ciertamente tiene mucho mérito y valor tremendo e innegable, y debe ser apreciada por haber hecho contribuciones incalculables al conocimiento y la tecnología humana. Las contribuciones y logros occidentales han sido bien documentados, ampliamente difundidos y muy a menudo, celebrados como deberían ser. Solo considere la reacción global a la reciente quema de la Catedral de Notre Dame en París este año, en comparación con la reacción cuando el Museo Iraquí en Bagdad, una institución reconocida como patrimonio mundial con antiguos tesoros insustituible, fue saqueado y casi destruido. Esto ocurrió durante la invasión del Imperio Americano en 2003 y comparado a la tragedia de Notre Dame, muy pocas lágrimas fueron derramadas.
Aún así, está bien establecido que la civilización occidental tiene fundamentos y raíces profundas en las culturas y civilizaciones orientales, especialmente de fuentes egipcias y mesopotámicas. Debemos recordar a muchos de estos supremacistas blancos y eurocéntricos que se consideran «cristianos» que Jesús, Moisés e incluso la Biblia misma, así como su creencia en el concepto mismo de un Dios, no provenían de una cultura europea sino de una gente semítica de Mesopotamia, más particularmente, los antiguos hebreos.
También merece recordar que el sistema de números, matemática y algebra que se usa por siglos en el occidente proviene de la civilización árabe islámica que además nos otorgo conocimientos avanzados en la astronomía, agricultura y geografía.
Otra realidad fundamental que evitan los supremacistas blancos es que las cunas de la civilización humana, siendo las culturas originales que generaron la escritura, la arquitectura monumental, complejas jerarquías sociales, conocimiento astronómico y sistemas agrícolas, estaban todas fuera de Europa y creadas por personas de color.
En el Viejo Mundo, estas cuatro civilizaciones nacieron y se desarrollaron a lo largo de los valles de grandes ríos, a saber, el río Nilo en África, el río Indo en la India, el río Amarillo en China y los ríos Tigris y Éufrates en Mesopotamia. ¡Fue en la confluencia de estos dos últimos ríos que el Antiguo Testamento ubica el mítico Jardín del Edén!
Como vivimos en una sociedad, cultura y civilización eurocéntrica en los Estados Unidos, América Latina, Europa y en muchas otras regiones del mundo, naturalmente sabemos mucho más sobre música, arte, arquitectura, ciencia, historia y biografía occidental que sobre cualquier otra civilización humana.
Por lo tanto, en el Occidente, existe un ambiente cultural en el cual los supremacistas blancos logran validar sus argumentos sobre la superioridad occidental, ya que eso es lo que la mayoría de occidentales realmente conocen o incluso les interesa saber.
En conclusión, como humanista y universalista, y en contra la ideología de supremacía blanca, creo que todo el ámbito de la cultura humana incluye grandes civilizaciones e imperios, así como pequeños bolsillos de cazadores y recolectores. Incluye enormes naciones continentales, así como pequeñas islas aisladas.
De hecho, cada una de estas sociedades constituye una pieza única del mosaico panorámico de la cultura humana.
Ese mosaico estaría incompleto y distorsionado si alguna parte de él faltara, fuera olvidada o ignorada. Nuestra comprensión de quiénes somos como humanos no puede provenir de una sola sociedad, cultura o civilización. Esa comprensión viene de la visión completa de quiénes somos, ya sea de una banda de cazadores desconocidos en la remota selva amazónica o de las conferencias internacionales con líderes mundiales que se imaginan a sí mismos ser los Maestros del Universo.
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Julio Noboa
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