«La práctica hace al maestro». Este dicho, tan conocido popularmente, refleja una verdad reconocida por todos. No hay posibilidad de alcanzar el dominio en cualquier campo de la vida a no ser por la práctica. Eso es verdad también en la esfera de la espiritualidad.
La idea es muy sencilla: no hay éxito sin práctica constante. Y, cuanto más se practique una habilidad, tanto más se perfeccionará. Esto es válido para cualquier ramo del esfuerzo humano. La práctica es el precio de la perfección.
«Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos.» – Santiago 1.22
En las disciplinas espirituales los frutos de esta ley son particularmente notables. La oración, la meditación, la contemplación y el servicio, son enteramente una cuestión de práctica consciente y perseverante. La «verdadera religión», puede muy bien ser definida como la práctica consciente de la comunión con Dios en todas y cada una de las actividades de nuestra vida diaria.
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