En la primera parte de este artículo, procuré definir en forma clara, concisa y puntual, el concepto básico de la filosofía perenne. Luego esgrimí las primeras tres razones por las cuales, la misma debe tener un rol protagónico en la formulación que hacemos de nuestro credo independiente.
En esta segunda parte, explicaré dos argumentos más (números cuatro y cinco) para demostrar la utilidad que tiene la filosofía perenne:
- La esencia ética de los principios o formulaciones de la Filosofía Perenne pueden expresarse en términos muy modernos y técnicos. Por ejemplo:
¿Cuál es el costo de oportunidad de mí ensimismado yo?
– Que haya menos de la Voluntad de Dios en mi ser.
¿Cuál es el costo de oportunidad de “mi interés propio” y de la obstinación de mi voluntad?
-La incapacidad de obtener la auto realización espiritual y de convertirme en un medio para hacer cumplir la Voluntad Divina, que es la misma Ley Eterna, ley que nos manda amar las cosas ordenadamente, conforme su grado de perfeccionamiento espiritual, y no preferir lo material a lo espiritual, ni lo efímero a lo eterno, ni lo cómodo y placentero a lo virtuoso. Esta ley constituye el Perfectísimo Orden Divino (en palabras de San Agustín de Hipona) que debe regir el propósito de nuestras vidas, nuestras decisiones, nuestros planes, nuestras aspiraciones, nuestro desenvolvimiento ético.
Por último, dos frases alusivas al costo de oportunidad de nuestro desenvolvimiento espiritual: “No yo, sino Dios en mi”. “Cuanto más haya del yo, menos habrá de Dios en mi”.
- El sentido de la vida: La Filosofía Perenne se fundamenta en principios sencillos y básicos pero que a la vez representan un gigantesco desafío para la humanidad. Uno de estos principios enuncia que la vida no es un fin en sí misma para establecer apegos con el yo inferior de nuestros seres amados, con los deseos, con las pasiones, con los bienes materiales y con la vanidad (es decir, con los elementos de naturaleza transitoria, fugaz, mutable e impermanente del mundo de ilusión e ignorancia), sino todo lo contrario, es un medio para lograr la supervivencia espiritual y la unión con el Poder Superior a través de la ruptura más amplia posible con todos esos elementos.
Otro principio y razonamiento básico es el siguiente: En el estadio existencial de plenitud o de unión con Dios, no pueden existir las necesidades, ni la escasez de recursos, ni la eficiencia, ni los deleites, ni los apegos, ni los deseos, ni tampoco las pasiones. Tampoco hay objetivos ni metas. ¿Sería ese el hogar ideal para el alma de una persona que nunca se liberó de su yo inferior, de su yo egoísta, de su yo diminuto, del enorme bulto lleno de condicionamientos materiales-personales, de su condición de oveja domesticada del rebaño, que nunca logró evolucionar espiritualmente para descubrir su “espiritual no-yo”, o lo que es lo mismo, su Yo Superior? ¿Sería el estadio existencial adecuado para quien nunca dejó de ser un “ensimismado yo” y en consecuencia no logró acercarse siquiera un poco a lo que es la contemplación del Poder Superior, a pesar de que todas las almas, en palabras de Garrigou-Lagrange, reciben un remoto llamado general a la vida mística? El alma del “ensimismado yo”, quien durante su vida se obstinó en que su voluntad estuviese al servicio de su personalidad egoísta, negándose a sí mismo la oportunidad de amar, conocer y unirse a Dios.
En términos de salvación o de supervivencia espiritual (es decir, en términos escatológicos), las almas deben pasar por una serie de existencias conscientes (corpóreas o incorpóreas según sea la doctrina que se estudie) indefinidamente larga, de tal manera que tendrán tiempo y oportunidad para aprender y evolucionar hasta que finalmente alcancen el estadio existencial de plenitud o contemplación absoluta. Qué tan largo sea ese proceso, dependerá en alguna medida, de lo que la persona logre en su vida como emprendedor espiritual y estudioso y practicante de la sabiduría universal.
Dicho proceso evolutivo mediante el cual, la abnegación se va imponiendo a la obstinación de la voluntad es necesariamente doloroso, porque nuestra personalidad egoísta ejerce una enorme influencia en nuestra mente y en nuestra voluntad, y por eso mismo, ante cualquier acción que tenga por objeto reducirla y aniquilarla, ella responderá provocándonos sufrimiento. Sin embargo, a medida que perseveremos y progresemos, el sufrimiento irá siendo sustituido por la maravillosa autorrealización espiritual, el descubrimiento del Yo Superior y las bondades de la gracia divina. No existe un desafío más grande para el ser humano, que el de vaciar su voluntad, aniquilar su ensimismado yo, lograr un alto grado de libertad en relación con sus deseos y pasiones, experimentar su propia espiritualidad y alcanzar por instantes la contemplación (estado de la persona que está absorta en la vista y consideración de Dios, según definición del diccionario).
“El hombre pequeño se complace y se apasiona con sus objetivos materiales-personales, ese es su techo; mientras tanto, el hombre grande se complace y se apasiona con el desapasionamiento y con sus objetivos espirituales, por lo que nunca jamás tendrá un techo que lo limite”.
Palabras clave: supervivencia espiritual, mística, pasiones, contemplación, personalidad egoísta.
credo independiente, educación espiritual, Poder Superior
Javier Soto
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