La gente paga mucho dinero para escuchar a un “gurú”, ignorando que en su interior se encuentra la semilla o su voz interior que guarda el mensaje más sabio y aleccionador que pueda imaginar.
A menudo encontramos en los medios de información, anuncios que invitan al público a participar en conferencias o seminarios impartidos por expertos muy renombrados y que debido a una moda que empezó no hace muchos años, son llamados “gurús”. Se me ocurre entonces por decir un nombre, el Dr. Paz, “el gurú de la auto ayuda y la motivación”, o el Master Henderson, “el gurú de las ventas al detalle”, o el catedrático Reyes Ruiz, “el gurú de las ciencias gerenciales”, etc. En el diccionario que tengo a mano, gurú significa director espiritual o jefe religioso. Me parece que quienes iniciaron la costumbre de denominar gurú a un experto sumamente reconocido, obedece a un deseo de sobredimensionar sus cualidades principalmente para efectos mercantiles, atribuyéndole a esa persona algo así como un don especial de carácter mágico o místico, de tal manera que tiene la capacidad de influir en forma elocuente en sus seguidores o simpatizantes, de transformar sus vidas o de potenciar tangiblemente sus destrezas, para el logro de objetivos materiales-personales.
También es importante considerar que en el ámbito de la superación personal, existen diferentes tipos de personas virtuosas, según su profesión. Tenemos a los virtuosos del balón, del violín, del contorsionismo, etc. Sin embargo, aunque se trate de los y las mejores futbolistas, músicos y contorsionistas del mundo, y aunque han tenido una voluntad férrea para dominar un arte o una técnica, tienen un común denominador con el resto de mortales: son personas dominadas por el deseo, por los placeres, por la vanidad y por los apegos con los bienes exteriores. Es decir, a pesar de sus destrezas extraordinarias -que dependiendo de la popularidad de la actividad que desarrollan pueden llevarlos a convertirse en súper estrellas- pertenecen al gran rebaño de ovejas domesticadas cultural y religiosamente. Lo mismo aplica por supuesto, para los llamados gurús y para cualquier persona que sea considerada un genio de cualquier campo del conocimiento científico o tecnológico.
Los aspirantes espirituales debemos apreciar un elemento común en todas las personas que son consideradas gurús, genios o que son virtuosas en una determinada actividad artística, deportiva o de cualquier otra índole: me refiero a la pasión con la que se entregan a su trabajo. Una pasión igual o mayor aún, es la que requerimos los artesanos del Yo Superior para transformarnos en personas virtuosas en el dominio de nuestra personalidad egoísta.
En la medida que vayamos adquiriendo cierto dominio sobre la personalidad (o sobre el yo inferior), podremos irnos liberando poco a poco del mundo de ilusión e ignorancia en el que vivimos, ya que en esa misma medida iremos adquiriendo un relativo grado de libertad en relación con los bienes materiales y personales que son de naturaleza transitoria, impermanente, mutable, etc.
En el contexto de la Sabiduría Universal, virtuoso es aquel que logra dominar su personalidad y abrir un espacio en su alma para amar, conocer y unirse a la voluntad divina, y convertirse en instrumento de Dios para hacer el bien.
Por otro lado, tengo la certeza de que en el mercado de expositores y conferencistas internacionales, nunca vamos a encontrar un gurú en el dominio de su personalidad egoísta (es decir, dominador de sus deleites, apegos, deseos, pasiones). Primero, porque dicha profesión es tan compleja, tan difícil, y requiere de un sacrificio tan monumental (prácticamente de carácter ascético), que no es sino hasta en la etapa madura de la vida, que una persona puede empezar a vislumbrar cierto progreso que lejos de causarle satisfacción, aumenta su humildad, ya que ha logrado adquirir una mayor comprensión de la magnitud de la misión que se ha impuesto. En consecuencia, nadie puede llegar a tener el suficiente grado de dominio sobre su yo inferior, como para que merezca ser llamado un gurú en dicha disciplina (que es sagrada). Segundo, porque el tema de la ruptura con la personalidad (es decir, con el deseo y con la materia) no tiene clientela ni acogida ni aceptación en el mundo del gran rebaño de ovejas domesticadas. No es un campo de estudio y de ejercitación espiritual/volitiva atractivo para la gran masa adicta a los bienes materiales-personales y consumidora de dogmas. En ese sentido, se requieren de atributos excepcionales (quizás innatos) para iniciar el camino del aspirante espiritual y para identificarse plenamente con las exigencias de la filosofía perenne.
Existen líderes o guías espirituales tales como Osho, Sri Sri Ravi Shankar, el Papa, el Dalai Lama, etc. Sin embargo, me reservo el derecho de dudar acerca del nivel de dominio que tienen ellos sobre sus propias personalidades egoístas. Por lo tanto, previendo que quizás no tengan los atributos necesarios para ser verdaderos líderes espirituales (esto que afirmo, en el contexto de la Sabiduría Universal, libre de los dogmas), uno tiene que tratar de ser su propio gurú en materia de dominio de la personalidad egoísta y en materia de la aplicación de los principios de la Sabiduría Universal. Uno tiene que ser su propio genio al hacer meditación trascendental y experimentar la libertad absoluta.
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Javier Soto
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