Décadas después de haber logrado el voto, mujeres en Estados Unidos, Latinoamérica y el mundo entero siguen luchando por sus derechos y en contra del feminicidio, especialmente en las Américas.
Este año se cumple el centenario de la ratificación de la 19a Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que otorgó a las mujeres el derecho al voto el 18 de agosto de 1920. Por supuesto, no se les «regaló» en una bandeja de plata; las sufragistas tuvieron que pelear batallas en muchos frentes, a través de marchas, piquetes, manifestaciones y una multitud de otros esfuerzos, solo para arrancar esta concesión de hombres que no estaban dispuestos ni acostumbrados a compartir el poder con las mujeres.
No fue fácil ser sufragista hace cuatro generaciones. Las mujeres que luchaban activamente por obtener el voto sufrieron el ridículo, el rechazo y el resentimiento durante décadas. Se enfrentaron a duras acusaciones de destruir el hogar, de amenazar los derechos del estado, de ser socialistas y de socavar no solo el orden social, sino también el plan divino de Dios.
«No creo que Dios quisiera que la mujer tuviera el control del hombre,» comentó un legislador de Texas a principios del siglo XX, como si el voto les podría otorgar tanto poder a las mujeres.
Para los hombres blancos que sostenían firmemente las riendas del gobierno en la legislatura de Texas, fue «una condición anormal de la mente [que] provocó las actividades de aquellas mujeres que piensan que quieren el voto.» ¡No es difícil imaginar a aquellos legisladores lo que consideraban «normal» en la condición mental de las mujeres!
Sin embargo, a pesar de la oposición vigorosa, las sufragistas finalmente movilizaron el apoyo requerido de suficientes hombres en el Congreso de los Estados Unidos y en las legislaturas estatales para lograr su objetivo.
¡Es más, Texas fue el primer estado en el sur en hacerlo!
En nuestra propia fe Unitaria Universalista y en cada etapa de nuestra evolución, las mujeres han estado muy presentes y activas entre las líderes fundadoras. Fuimos la primera fe en la nación en ordenar mujeres como ministras a partir de 1863 con la Reverenda Olympia Brown, una sufragista y reformadora social.
Entre las fundadoras se encuentran reconocidas luminarias Unitarias como Susan B. Anthony, líder y autora sufragista, Jane Addams, reformadora social y fundadora de Hull House en Chicago, y la Rev. Sophia Lyon Fahs, una pionera en educación religiosa que enseñó la igualdad de todos los humanos independientemente de su raza, género o creencia.
En junio de 2017 elegimos a la primera mujer como Presidente de la Asociación Unitaria Universalista; la Reverenda Susan Frederick-Gray, quien se había destacado como Ministra Principal para la Congregación UU de Phoenix, Arizona, y también como una voz nacional para los derechos de migrantes hispanos.
En las últimas diez décadas, las mujeres en el mundo entero han hecho grandes avances en todos los campos de la actividad humana. Sin embargo, cada victoria que han logrado sus batallas, las ha llevado por la equidad, el respeto y la plena participación a otro nivel de lucha.
Habiendo tenido el voto durante más de cuatro generaciones, las mujeres en los Estados Unidos ahora ejercen una tasa de participación de votantes más alta que los hombres. Sin embargo, todavía están muy poco representadas en el gobierno.
Muchos ciudadanos de los Estados Unidos se enorgullecen de su tradición democrática, pero ahí las mujeres no tienen el mismo acceso al poder que tienen sus hermanas en otros países. Según la Unión Interparlamentaria, una agencia internacional que documenta clasificaciones mundiales, en el 2019, Estados Unidos ocupó el puesto 75 entre 173 países en la representación de mujeres.
Aunque en el 2018 las mujeres estadounidenses obtuvieron y celebraron con razón su porcentaje más alto con un 23.5% en la Cámara de Representantes, esa cifra ni siquiera alcanza el promedio global de 24.1% para las mujeres representantes entre los parlamentos del mundo.
Es interesante que la Unión Interparlamentaria afirmó en el 2019 que las únicas tres naciones en el mundo que tienen una mayoría de mujeres en su parlamento son relativamente pobres y en desarrollo, a saber: Ruanda (61.4%), Cuba (53.2%) y Bolivia (53.1%). Entre las otras naciones latinoamericanas con el mayor porcentaje de mujeres representantes se encuentran México (48.2%), Nicaragua (45.7%) y Costa Rica (45.6%).
Pero más allá de estos porcentajes que podrían cambiar año tras año, hay muchas otras condiciones sociales, económicas y políticas que varían en cada nación y que afectan profundamente la vida de las mujeres.
Fuera del ámbito estrictamente político, las mujeres en América Latina y el mundo entero enfrentan desafíos y obstáculos formidables en su búsqueda por la igualdad. Las nociones anticuadas y opresivas religiosas o «por la voluntad de Dios,» todavía se utilizan como excusa para negar a las mujeres un papel como participantes plenas e iguales en muchas de las religiones más influyentes.
Los mullahs, los clérigos y otros potentados religiosos han seguido condenando y criminalizando el derecho al aborto, la planificación familiar y cualquier esfuerzo que aliente a las mujeres obtener más control de sus propios cuerpos y de sus propias vidas.
Teniendo en cuenta estos y otros hechos y cifras, y considerando el aumento de la violencia contra las mujeres tanto en los medios masivos como en la realidad, es imposible para quienes se preocupan por la igualdad de la mujer descansar en los laureles del pasado.
Según lo informado por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe, hubo más de 2500 casos de feminicidio en esas dos regiones en el 2017. El título de un artículo publicado en el Wall Street Journal por Juan Forero el 19 de diciembre del 2018 afirmó que, «Las mujeres en América Latina están siendo asesinadas en números récord.» Y la mayoría de estos crímenes, que a menudo incluyen violación y tortura, son perpetrados por hombres que las mujeres conocen.
Debemos promover un proceso de maduración mediante el cual los hombres de buena conciencia trabajen para eliminar este cáncer maligno del patriarcado. También tenemos que lograr niveles más altos de comunicación y colaboración con las mujeres en nuestras familias y comunidades, tanto como en la nación y el mundo entero.
Eso solo puede suceder cuando aceptemos que no tenemos que ser idénticos para ser iguales ante la ley y dentro la sociedad. En última instancia, no se trata de cual género es más inteligente, más rápido o más fuerte, sino de que ambos géneros obtenemos mejores resultados cuando trabajamos juntos para asegurar nuestro futuro.
Necesitamos dejar de actuar como si viniéramos de dos mundos diferentes para poder resolver los problemas devastadores de nuestro tiempo. Debemos darnos cuenta de que los hombres no son de Marte y las mujeres no son de Venus; ambos somos de esta misma Madre Tierra.
Como es confirmado por nuestros Principios UU, por cada fe auténtica y por las espiritualidades más antiguas, nuestra innegable obligación es cuidar de nosotros mismos, de los demás y de todas las generaciones por venir. ¡Es una obligación que juntos compartimos y solo juntos cumplimos!
batalla de género, feminicidio, mujeres en los parlamentos., patriarcado, sufragistas
Julio Noboa
Latest posts by Julio Noboa (see all)
- La Batalla de los Géneros: Una visión Unitaria Universalista - marzo 4, 2020
- Alimentando temores de una «invasión hispana» - septiembre 2, 2019
- Querida Familia Latina - septiembre 2, 2019