Hay una larga tradición en nuestra comunidad unitaria universalista de apoyar y defender la igualdad, la libertad y la democracia en las variadas luchas en contra el racismo, el sexismo y la homofobia. También, desde los escritos y acciones del gran filósofo unitario y trascendentalista, Henry David Thoreau, existe una tradición de protesta en contra la guerra injusta, el militarismo y el imperialismo, como lo demostró el mismo Thoreau oponiéndose a la Guerra México-Americana del siglo IXX.

 

Como unitario universalista, como ciudadano global y como puertorriqueño, me siento obligado por mi consciencia moral a expresar mis perspectivas sobre la condición grave de mi pueblo y gente, condiciones que violan los más básicos principios de mi fe liberal.

 

Mucho antes de que el huracán María llegara a las costas de Puerto Rico, era una isla en crisis económica, política y cultural. El gobierno del Estado Libre Asociado estaba en bancarrota, cientos de escuelas estaban cerradas, todos los servicios públicos fueron drásticamente recortados y el Tío Sam impuso una Junta de Control Fiscal no elegida por los isleños, y no para proteger el bienestar nacional, sino para garantizar las inversiones de los banqueros y financieros norteamericanos.

 

Durante más de cien años esta fiel colonia de los Estados Unidos ha sido un lugar de recreo para los turistas, un refugio para grandes ganancias corporativas, una fuente de mano de obra barata y de soldados para combatir en todos los conflictos militares del Imperio desde la Primera Guerra Mundial. A pesar de ser más pobre que Mississippi, el estado más pobre en los Estados Unidos, con apenas la mitad de su ingreso anual, los puertorriqueños sin embargo pagan en promedio un 20% más por productos estadounidenses, y sin embargo, representan increíblemente su quinto mercado más grande en el mundo. Todo esto en una isla, que antes de María tenía una tasa de pobreza del 48%, ahora una medida sin sentido dada la lucha que millones de puertorriqueños enfrentan, literalmente, por la existencia.

Sin embargo, a pesar de todo esto, los puertorriqueños han mantenido un sentido de orgullo en su identidad nacional y todo lo relacionado con ella, desde la diminuta rana coquí, a las enormes montañas de la selva El Yunque, y desde nuestros artistas famosos como Lin-Manuel Miranda, hasta nuestras eminencias intelectuales como la Juez de la Corte Suprema, Sonia Sotomayor. Nos hemos unido a través de nuestras muy divididas ideologías políticas para protestar contra la devastación de la islita de Vieques bombardeada por la Marina estadounidense y para exigir la liberación de nuestros más dedicados patriotas, encarcelados durante décadas como presos políticos, el más reciente Oscar López Rivera.

 

¡Desde 1493, Puerto Rico tiene la dudosa distinción de ser la colonia más antigua del mundo! Sin embargo, aunque la mayoría simple de los isleños votaran para convertirse en un estado, no sería su decisión. Sería la de un Congreso estadounidense cuyos miembros son ignorantes de nuestra historia y cultura, son indiferentes a nuestros asuntos y problemas y hay poca probabilidad de que permitan que más de 3 millones de residentes hispanoparlantes de raza mixta tengan más representación en el Congreso que su propio estado.

 

La lucha por la independencia puertorriqueña ha sido apoyada y defendida por nuestros más destacados líderes, pensadores, educadores y artistas. Sin embargo, es un movimiento legítimo que ha sido deliberadamente suprimido tanto con la represión, la violencia y la masacre como por la colonización social, cultural y educacional. Por estos motivos y otros que corren por nuestra propia cuenta, los que votan por la independencia se han reducido a apenas el 5%.

 

Dado el recién desenmascaramiento del Imperio, el soñado deseo de independencia puede ser seriamente considerado como nunca antes por más puertorriqueños. Pero antes de convertirse en una realidad, tendremos que generar un extenso y largo proceso de descolonización tanto en nuestra economía y política como en nuestras mentes.

 

Basta decir que en el ámbito político hay un derecho humano muy fundamental que le es negado a los ciudadanos puertorriqueños: el derecho de tener voz y voto proporcional a su población. Todas las decisiones que toma el Congreso de los Estados Unidos y que determinan nuestro destino se aplican a la isla, aunque los isleños tengan ahí solo una voz pero sin voto.

 

En las escuelas públicas de los Estados Unidos se nos enseñó que en 1776 el eslogan que encapsulaba y dinamizaba la Revolución Americana contra el Imperio Británico era: «Ninguna tributación sin representación.» Después de un siglo del imperio americano, para los puertorriqueños nuestro lema seria: «Ninguna legislación sin representación,” un clamor en contra de una injusticia que en muchos sentidos es una imposición imperial aún más profunda y perjudicial.

 

Como Unitarios Universalistas y como ciudadanos del imperio y del mundo, tenemos el poder de nuestras voces y acciones para responder a la crisis humanitaria en Puerto Rico. La primera respuesta más inmediata sería donar alimentos, agua, suministros, medicamentos y dinero a cualquier número de organizaciones de socorro de buena reputación. La otra es ponerse en contacto con sus representantes en el Congreso e insistir en:

  1. Ayuda suficiente y accesible a Puerto Rico sin demora.
  2. Derogar las restricciones de envío en la Ley Jones, y
  3. Autorizar que Puerto Rico se pueda declarar en bancarrota y administrar su propia deuda.

Finalmente, podemos educarnos e informarnos acerca de las luchas y éxitos del pueblo puertorriqueño dentro y fuera de su isla ancestral, comenzando con una revisión crítica de su historia bajo el gobierno de los Estados Unidos por Nelson Denis en su libro: «Guerra contra todos los Puertorriqueños». Pueden acceder a más información histórica y solicitar el libro en el sitio web, https://guerracontratodoslospuertorriquenos.com. No debemos hacer menos por un pueblo que como tantos otros colonizados ha sobrevivido, superado y contribuido tanto a nuestra nación y al mundo.

 

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Julio Noboa
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Julio Noboa

Nací en el Bronx, Nueva York de padres puertorriqueños y fuí criado durante mis años formativos en Chicago, Illinois, hasta mis treinta años. En “la ciudad de los vientos”, participé en varias organizaciones culturales y de justicia social, entre ellos La Colectiva de Poesía Nosotros, un diverso grupo de escritores y poetas declamadores, y el Crossroads Fund, que provée fondos y recursos a proyectos comunitarios de cambio social. Me casé con una maestra bilingue mexicana, Elsa Duarte, y tuvimos tres hijos, un niño y dos niñas gemelas. Después de completar una maestría en Antropología Educativa de la Universidad Northwestern, nos trasladamos a San Antonio, Texas. Ahi continué mi participación en diversas ocupaciones en el campo educativo, incluyendo desarrollando currículo, dirigiendo programas, haciendo investigaciones, y adiestrando maestros en formación. Durante una década, fuí un columnista para el periodico San Antonio Express-News; y a miles de lectores, le proporcioné una perspectiva progresista y latina en varios temas controversiales relacionados con la paz, la justicia, la educación y la diversidad en ámbitos locales y globales. Muchos de mis artículos fueron traducidos al español y publicados en el periodico La Estrella de Dallas-Fort Worth. Viviendo en San Antonio, obtuve un doctorado de la Universidad de Texas en Austin en Estudios Curriculares y comencé una nueva etapa de mi carrera como profesor en el mundo académico, hasta que me retiré en 2014. Más recientemente trabajé en la Universidad de Texas de El Paso como profesor de estudios sociales, y en esa capacidad enseñé, llevé a cabo varias investigaciones y publiqué artículos académicos sobre temas relacionados con la historia, los estudios sociales y la educación multicultural. Fué en esa bella ciudad bilingüe y bicultural que yo descubrí la fe Unitaria Universalista y me integré a una congregación, la Primera Iglesia UU de San Antonio. Despues de ser miembro activo por varios años, serví como gerente de la Librería Emerson, ofreciendo a los congregantes una variedad de libros con temas espirituales para adultos y niños. Cuanda nos mudamos de San Antonio a Brownville, Texas, Elsa y yo nos empeñamos por despertar y recrear una congregación UU durmiente. Con la colaboración de amigos, estudiantes y colegas, pudimos establecer servicios cada domingo en la Iglesia Unitaria Universalista de Todos los Santos de Brownsville y ademas tener un impacto local con nuestras actividades espirituales y comunitarias. Más recientemente, despues de mudarnos a otra ciudad en Texas, fuimos miembros activos de la Comunidad UU de El Paso hasta 2014 cuando nos jubilamos en Costa Rica. Siendo Unitario Universalista durante unos 20 años me ha dado muchas oportunidades para el voluntariado significativo. Al nivel nacional, he tenido la buena fortuna de estar involucrado en varias capacidades dentro de la Asociación Unitaria Universalista. Estas incluyen servir como presentador del programa, Beyond Categorical Thinking, y también como miembro del Comité de Nombramientos, tanto como del Journey Toward Wholeness Transformation Committee. Fué mi privilegio atender numerosas Asambleas Generales de la Asociación Unitaria Universalista, y conocer a otros Latin@s UU, incluyendo algunos en el ministerio. En colaboracion con ellos, serví como uno de los fundadores de LUUNA, la Asociación Unitaria Universalista de La Red Latina. Ahora que estamos jubilados en Costa Rica, Elsa y yo nos hemos dedicado a impulsar la creacion y desarrollo de una comunidad Unitaria Universalista en este país que comparte, en su política social, economica y ambiental, muchos de los valores de nuestra fe escogida.
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