La Teología de la Liberación y su concepto de la opción preferencial para los pobres, tiene su origen en la América Latina del siglo XX, sin embargo, sus raíces morales y teológicas se extienden hasta siglos pasados desde la era de la conquista y de las revoluciones libertadoras dirigidas por líderes como el Padre Miguel Hidalgo y Costilla en México.


 

Hoy día, la comunidad católica está gozando del Papa más liberal y progresivo que haya tenido en décadas si no en siglos. No es una sorpresa que el primer Pontífice latinoamericano exprese una actitud y política moral que responda a los males de la región, entre otros la pobreza, la explotación y la desigualdad económica. Al contrario de sus predecesores, el Papa Francisco parece que, aunque no abiertamente, apoya algunos de los principios socioeconómicos expresados en la Teología de la Liberación.

 

Fue durante la década de 1980 cuando el fallecido Papa Juan Pablo II visitó América Latina y entre su itinerario se encontraba la Nicaragua sandinista. Entre los líderes sandinistas más respetados se encontraba el mundialmente conocido Padre Ernesto Cardenal, poeta y partidario de la Teología de la Liberación. Nunca olvidaré esa breve escena transmitida vía televisión por el mundo entero cuando el Papa, ante millones de personas, visiblemente sacudió su dedo hacia Cardenal mientras se arrodillaba ante él para su bendición.

 

No soy católico y nunca lo fui, pero después de haber leído la poesía de Cardenal, encontré en ella un sentido de belleza y justicia que trascendía los dogmas religiosos. De hecho, sentí que el Papa me estaba personalmente regañando con su dedo, y también a todos nosotros los que admiramos a Cardenal y su poesía. Cardenal escribía en nombre de esa enorme población católica del Tercer Mundo que durante siglos había obedecido sin pensar a los prelados que en su mayoría habían explotado sus temores mortales y manipulado sus sentidos religiosos.

 

La Teología de la Liberación no es solo otra teología dentro de la comunidad mundial católica. Es un intento de vincular la teología con la justicia social en un sentido intelectual y práctico al mismo tiempo. Desafía a la iglesia a reconsiderar su misión y su razón de ser en un mundo cambiante sobre la opresión, la explotación y de la pobreza abyecta que afecta a millones de personas en América Latina y todo el mundo.

 

En realidad, el movimiento nació como una audaz declaración de compromiso con «una opción preferencial por los pobres» durante la asamblea de obispos católicos latinoamericanos en Medellín, Colombia en 1968. Tomó su nombre de las escrituras del Padre Gustavo Gutiérrez que en ese mismo año había presentado la conferencia, Hacia una Teología de la Liberación. Gutiérrez desarrollo aún más sus ideas y, en 1971 publicó el libro Teología de la Liberación: Perspectivas, traducido en veinte idiomas.

 

Según John Allen, escribiendo en el Catholic Reporter, hay cuatro ideas centrales para el movimiento. En resumen, son:

 

  1. Opción Preferencial Para los Pobres. Esto significa que la iglesia debe alinearse con los pobres, ya que exigen justicia. Tal insistencia ha llevado a acusaciones de que la Teología de la Liberación aboga por la lucha de clases, pero los liberacionistas dicen que no inventaron la división de la sociedad en una élite adinerada y una mayoría empobrecida. La iglesia, de hecho, ayudó a crear este orden social: los misioneros católicos sirvieron como evangelizadores para los conquistadores europeos, y los líderes de la iglesia se pusieron del lado de las élites durante 400 años. El punto es no involucrar a la iglesia en la lucha de clases, que es un hecho de la situación latinoamericana. Su objetivo es cambiar las lealtades de la iglesia.

 

  1. Violencia Institucional. Los liberacionistas ven una violencia oculta en los arreglos sociales que crean hambre y pobreza. Así, cuando los críticos acusaron a los teólogos de defender la violencia revolucionaria, a menudo respondían ellos así: «Pero la iglesia siempre ha tolerado la violencia». Querían decir que al respaldar el statu quo, los líderes de la iglesia aceptaban un sistema que violaba y explotaba a millones de personas.

 

  1. El Pecado Estructural. Los teólogos de la liberación argumentaron que hay una dimensión social que es más que la suma de los actos individuales del pecado. Citan el neocolonialismo, la naturaleza feudal, y la relación entre la oligarquía latinoamericana y los campesinos. Por extensión, la redención del pecado ganado por Cristo debe ser más que la redención de las almas individuales. Debe redimir y transformar las realidades sociales de la vida humana.

 

  1. Ortopraxis. Este término fue acuñado por los teólogos de la liberación como un contrapunto a la insistencia en la ortodoxia, es decir, la creencia correcta. Los teólogos de la liberación argumentan que lo más fundamental no es solo la creencia correcta, sino la acción correcta; es decir, el esfuerzo que conduce a la liberación humana. La mayoría de los teólogos de la liberación dicen que el énfasis en la ortopraxis es una cuestión de equilibrio. Quisieron remediar una inclinación cristiana de siglos de exagerar la creencia a expensas de la acción.

 

Si estas cuatro ideas no fueron suficientes para que los teólogos de la liberación se metieran en problemas con el Vaticano, también otorgarían una prima al análisis social. Es decir, para remediar la injusticia, creen que uno debe primero entender los mecanismos sociales que la producen. Para hacer esto, muchos teólogos de la liberación se sintieron atraídos por el marxismo. Por supuesto, esto provocó literalmente toda clase de alarmas en la jerarquía conservadora católica porque se consideraba que el marxismo tenía raíces ideológicas anti-religiosas en el ateísmo, el materialismo y el totalitarismo.

 

Por supuesto, los teólogos de la liberación insistieron y todavía afirman que el marxismo fue solo una herramienta útil para el análisis de las relaciones de poder, y que Jesucristo y la iglesia cristiana original eran realmente socialistas en su enfoque de la comunidad religiosa.

 

Finalmente, los liberacionistas enfatizan las dimensiones pastorales de su trabajo. En América Latina, la Teología de la Liberación llegó a identificarse con las comunidades de base, miles de pequeños grupos de cristianos, por lo general de 10 a 30 personas, que se reúnen para estudiar las escrituras y reflexionar y llevar a la acción sus creencias. El Vaticano estaba muy alarmado acerca de las comunidades de base como un aspecto central de la Teología de la Liberación. Como estas comunidades existían independientemente de la supervisión clerical, parecían representar un modelo de «iglesia desde abajo»; por su parte, los teólogos de la liberación de la corriente principal han repetido que no hay nada necesariamente contradictorio sobre las comunidades de base.

 

Este movimiento libertador, según fuentes fidedignas, tiene varias raíces históricas, incluyendo los defensores de los derechos humanos indígenas de los primeros años de la conquista, como Fray Bartolomé de las Casas, Fray Bernardino de Sahagún y Fray Antonio de Montesinos. Todos discutieron ante la Iglesia Romana y los Reyes Católicos que los indios americanos tenían almas y no eran menos ¨hijos de Dios¨ que los mismos españoles.

 

Como se indicó anteriormente, una de las cuatro ideas fundamentales de la Teología de la Liberación reconoce que la Iglesia Romana se ha aliado durante siglos con los ricos y poderosos, y de hecho fue parte integrante de esa elite de poder exclusivo. Pero es muy fascinante que en cada período histórico, desde la conquista, hasta el día de hoy, haya habido sacerdotes católicos y hasta obispos y arzobispos que han roto con la jerarquía gobernante de la iglesia para apoyar la causa de los pobres, los oprimidos, los indígenas y los esclavizados.

 

Entre otros ejemplos modernos se encuentra el padre colombiano Camilo Torres, un sacerdote revolucionario asesinado en combate en 1966, cuyo dicho más famoso fue: “Si Jesús estuviera vivo hoy, sería un guerrillero”. Otro gran ejemplo, pero con una teología pacifica, fue Óscar Arnulfo Romero, Arzobispo de El Salvador, asesinado por militares derechistas en marzo de 1980, a quien el Papa Francisco le otorgo el honor de santidad este mismo año. En 2015 el Papa, en un gesto altamente simbólico e histórico y en un discurso a grupos de base en Bolivia, se disculpó por los «pecados graves del colonialismo¨ contra los Pueblos Indígenas de América.

 

En esa línea ininterrumpida de tradición libertadora, está firmemente arraigado el nombre de un personaje clave en la historia mexicana: el Padre Miguel Hidalgo y Costilla, un hombre que lucho en contra los ¨pecados graves del colonialismo¨. Lo que lo diferenció de la mayoría de los prelados no menos revolucionarios es que optó no solo por los pobres, sino por la fuerza de las armas. Sin embargo, lo hizo como último recurso y con vacilación, reconociendo con cierto pesar los inevitables asesinatos y la devastación que acompaña a cualquier campaña militar.

 

Hidalgo era uno de los pocos sacerdotes españoles que simpatizaba con los empobrecidos y oprimidos indios de México. En contra la ley española, Hidalgo enseño a los indios a plantar aceitunas, moras y vides, a fabricar cerámica y a trabajar con el cuero. Sus acciones irritaron al virrey español que, como medida punitiva, cortó los árboles y las enredaderas.

 

Sus continuas frustraciones con el gobierno español y su inminente arresto, habían llevado a Hidalgo a la acción. Poco antes del amanecer del 16 de septiembre de 1810, Hidalgo tomó una decisión monumental que revolucionó el curso de la historia de México. En cuestión de horas, Hidalgo ordenó el arresto de los españoles nativos de Dolores. Luego tocó la campana de la iglesia como solía hacer para llamar a los indios a la misa. El mensaje que Hidalgo dio a los indios y mestizos los incitó a tomar represalias contra los odiados gachupines que habían explotado y oprimido a los mexicanos durante diez generaciones.

 

Aunque el movimiento hacia la independencia de México ya había estado en progreso desde la conquista de España por parte de Napoleón Bonaparte, la apasionada declaración de Hidalgo fue una decisión rápida e impremeditada. «¡Mexicanos, Viva México!» Hidalgo les dijo a los mexicanos que eran miembros de la casta más baja de Nueva España. Instó a los mexicanos explotados y amargados a recuperar las tierras que les habían robado a sus antepasados.

 

Después de llevar a las fuerzas insurgentes a varias victorias, el Padre Hidalgo fue capturado, juzgado y ejecutado en julio de 1811. Hoy sus restos están enterrados en la monumental Columna del Ángel de la Independencia en la Ciudad de México donde se mantiene encendida una llama eterna en su memoria y en reconocimiento simbólico de todos los que murieron por la liberación de México del dominio español.

 

Es interesante observar que Hidalgo era muy educado, de hecho, un destacado erudito y profesor, que había aprendido varios idiomas indígenas para atender mejor las necesidades espirituales y materiales de sus parroquianos. También tenía algunas creencias muy radicales para su época, que lo pondría en un profundo problema con los poderes católicos de hoy y mucho más con los del siglo XIX. Por ejemplo, se atrevió a cuestionar algunas políticas clave de la iglesia, incluido el celibato clerical, la prohibición de cierta literatura, la infalibilidad del Papa y el nacimiento virginal de Cristo. Ideas increíblemente radicales para un sacerdote de esa época.

 

Lo más importante, sin embargo, es la obvia «opción preferencial por los pobres» de Hidalgo, una opción y un compromiso por el cual dio todos sus talentos y habilidades y finalmente, su propia vida. Claramente, Hidalgo fue un precursor distinguido de la Teología de la Liberación, a pesar del camino que eligió, la fuerza armada insurgente, que fue dictado por las condiciones.

 

En pleno siglo XX, la Teología de la Liberación experimentó altibajos. Algunos de los pensadores y activistas más brillantes y humanistas de la teología latinoamericana contemporánea y el pensamiento revolucionario han sido castigados, censurados o silenciados por el Vaticano. Además del nicaragüense Ernesto Cardenal, estaba la monja brasileña Ivone Gebera, de la orden de Las Hermanas de Nuestro Señor, y una destacada teóloga ecofeminista de la liberación, que fue oficialmente silenciada por el Vaticano durante dos años en 1995. De hecho, recibió órdenes de ir a Francia por dos años, para su ¨reeducación¨ teológica.

 

Diez años antes, el prominente teólogo de la liberación Leonardo Boff, fue condenado al «silencio obsequioso» y fue destituido de sus funciones editoriales y suspendido de sus deberes religiosos. Debido a la presión internacional sobre el Vaticano, la decisión fue derogada en 1986, lo que le permitió regresar a algunas de sus actividades anteriores.

En 1992, bajo amenazas renovadas de una segunda acción punitiva por parte de las autoridades en Roma, renunció a sus actividades como sacerdote y se promovió a sí mismo al estado de los laicos, declarando que «Cambié las trincheras para continuar la misma lucha¨. Actualmente continúa como teólogo de la liberación, escritor, profesor, conferencista ampliamente escuchado en Brasil, entre otros países. Boff también ha recibido varios premios en Brasil y en el resto del mundo por sus luchas en favor de los débiles, los oprimidos y marginados, y los derechos humanos. En diciembre de 2001 fue honrado con el premio Nobel alternativo, «Right Livelihood Award» en Estocolmo, Suecia. Es autor de más de 60 libros en las áreas de teología, espiritualidad, filosofía, antropología y misticismo.

 

La represión contra el movimiento se intensificó durante el régimen del Papa Benedicto XIV, quien dirigió la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, la descendiente directa de la Inquisición. Sin embargo, hoy la Teología de la Liberación ha continuado desarrollándose y adaptándose a los tiempos cambiantes, y actualmente hay casi una docena de nuevas teologías de la liberación, incluyendo teologías feministas, asiáticas, hispanas, africanas, ecológicas e incluso religiones mundiales. Todo lo cual se está extendiendo más allá de los orígenes católicos y latinoamericanos para influenciar a luchadores de la liberación en todos los pueblos del mundo entero.

 

Viendo toda esta historia desde una perspectiva Unitaria Universalista, es importante reconocer que todas las ideas y características claves de la Teología de la Liberación tienen su resonancia con los principios, ideales e incluso el funcionamiento de nuestra fe. Por supuesto, no nos adherimos a una jerarquía impuesta y afirmamos la divinidad de todos los humanos, no solo de Jesucristo; sin embargo, como las comunidades de base, nos esforzamos por construir comunidades queridas que están organizadas y gobernadas «desde abajo» por nuestros propios miembros a través de un proceso democrático.

 

Nosotros los UUs también trabajamos para comprender y desafiar las estructuras de desigualdad que crean y sostienen la pobreza, y reconocemos los pecados de la violencia estructural contra los oprimidos. También creemos que la liberación o la iluminación que logremos en nuestra jornada espiritual, no se logra solo construyendo nuestras propias teologías, pero también viviendo nuestra fe y activamente desafiando la injusticia. Somos una fe liberal emergida de la tradición protestante, pero a pesar de algunas diferencias teológicas fundamentales, no es una sorpresa que podríamos tener semejanzas con un movimiento de liberación católica.

 

Lo que esto significa es que el rumbo de la religión, tal como es concebida por todas estas teologías libertadoras, está explorando caminos que son muy paralelos a los mismos principios e ideas de nuestra fe Unitaria Universalista. Para mí, es un tiempo emocionante para ser unitario universalista porque en la construcción de nuestra propia teología y en nuestras jornadas espirituales estamos encontrando a muchos compañeros de viaje que pueden haber venido de tradiciones muy lejanas de la nuestra para unirse a nosotros en la renovación del verdadero significado de la religión y de la vida espiritual en este nuevo siglo.

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Julio Noboa
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Julio Noboa

Nací en el Bronx, Nueva York de padres puertorriqueños y fuí criado durante mis años formativos en Chicago, Illinois, hasta mis treinta años. En “la ciudad de los vientos”, participé en varias organizaciones culturales y de justicia social, entre ellos La Colectiva de Poesía Nosotros, un diverso grupo de escritores y poetas declamadores, y el Crossroads Fund, que provée fondos y recursos a proyectos comunitarios de cambio social. Me casé con una maestra bilingue mexicana, Elsa Duarte, y tuvimos tres hijos, un niño y dos niñas gemelas. Después de completar una maestría en Antropología Educativa de la Universidad Northwestern, nos trasladamos a San Antonio, Texas. Ahi continué mi participación en diversas ocupaciones en el campo educativo, incluyendo desarrollando currículo, dirigiendo programas, haciendo investigaciones, y adiestrando maestros en formación. Durante una década, fuí un columnista para el periodico San Antonio Express-News; y a miles de lectores, le proporcioné una perspectiva progresista y latina en varios temas controversiales relacionados con la paz, la justicia, la educación y la diversidad en ámbitos locales y globales. Muchos de mis artículos fueron traducidos al español y publicados en el periodico La Estrella de Dallas-Fort Worth. Viviendo en San Antonio, obtuve un doctorado de la Universidad de Texas en Austin en Estudios Curriculares y comencé una nueva etapa de mi carrera como profesor en el mundo académico, hasta que me retiré en 2014. Más recientemente trabajé en la Universidad de Texas de El Paso como profesor de estudios sociales, y en esa capacidad enseñé, llevé a cabo varias investigaciones y publiqué artículos académicos sobre temas relacionados con la historia, los estudios sociales y la educación multicultural. Fué en esa bella ciudad bilingüe y bicultural que yo descubrí la fe Unitaria Universalista y me integré a una congregación, la Primera Iglesia UU de San Antonio. Despues de ser miembro activo por varios años, serví como gerente de la Librería Emerson, ofreciendo a los congregantes una variedad de libros con temas espirituales para adultos y niños. Cuanda nos mudamos de San Antonio a Brownville, Texas, Elsa y yo nos empeñamos por despertar y recrear una congregación UU durmiente. Con la colaboración de amigos, estudiantes y colegas, pudimos establecer servicios cada domingo en la Iglesia Unitaria Universalista de Todos los Santos de Brownsville y ademas tener un impacto local con nuestras actividades espirituales y comunitarias. Más recientemente, despues de mudarnos a otra ciudad en Texas, fuimos miembros activos de la Comunidad UU de El Paso hasta 2014 cuando nos jubilamos en Costa Rica. Siendo Unitario Universalista durante unos 20 años me ha dado muchas oportunidades para el voluntariado significativo. Al nivel nacional, he tenido la buena fortuna de estar involucrado en varias capacidades dentro de la Asociación Unitaria Universalista. Estas incluyen servir como presentador del programa, Beyond Categorical Thinking, y también como miembro del Comité de Nombramientos, tanto como del Journey Toward Wholeness Transformation Committee. Fué mi privilegio atender numerosas Asambleas Generales de la Asociación Unitaria Universalista, y conocer a otros Latin@s UU, incluyendo algunos en el ministerio. En colaboracion con ellos, serví como uno de los fundadores de LUUNA, la Asociación Unitaria Universalista de La Red Latina. Ahora que estamos jubilados en Costa Rica, Elsa y yo nos hemos dedicado a impulsar la creacion y desarrollo de una comunidad Unitaria Universalista en este país que comparte, en su política social, economica y ambiental, muchos de los valores de nuestra fe escogida.
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