Por Roberto Padilla
Nosotros lo seres humanos somos duales; somos buenos y malos, somos capaces de hacer actos sublimes y despreciables, deseamos la verdad, pero admitimos la mentira sin poner peros.
En enero Iniciamos un nuevo año y con ello, renovamos nuestras esperanzas de que este nuevo ciclo sea mejor que el anterior.
En la mitología romana, Jano es el dios de las puertas, los comienzos, los portales, las transiciones y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año y se le invocaba públicamente el primer día de enero, mes que derivó de su nombre (que en español pasó del latín Ianuarius a Janeiro y Janero y de ahí derivó a enero). Jano se le representaba como un ser de dos caras opuestas entre sí, o sea una dualidad en el mismo ser.
Nosotros lo seres humanos también somos duales; somos buenos y malos, somos capaces de hacer actos sublimes y despreciables, deseamos la verdad, pero admitimos la mentira sin poner peros.
Nos mienten los políticos, sacerdotes, ministros, pastores, maestros, padres, hijos, amigos, nuestros jefes y compañeros de trabajo y nosotros mismos mentimos sin el menor empacho y lo peor, es que nos mentimos a nosotros mismos.
Pero, ¿por qué mentimos?
De acuerdo con el Neurocientífico argentino, Dr. Facundo Manes, la mentira es parte de la evolución humana, está en nuestros genes. Y no sólo los seres humanos, también los animales mienten. De hecho, un animal cuanto más inteligente es, más miente.
El profesor de psicología de la Universidad de Dakota del Norte, Douglas Peters, nos dice: “Mentimos desde pequeños. Los niños mienten a través de la observación. Ven a los adultos–a sus propios padres– mentir y los emulan. Se mienten entre ellos en el patio del colegio y mienten para proteger a sus amigos ante adultos o de un tercero, y de adultos seguimos mintiendo. Eso puede ser bueno mientras las mentiras no se nos vayan de las manos. Mentimos para conservar nuestros trabajos, nuestras relaciones de pareja, nuestras amistades… mentimos para no ser demasiado honestos”.
Esto me recuerda el cuento “La tienda de la verdad” de Anthony de Mello:
“Un hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de una ciudad provinciana. Como tenía tiempo, se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza.
Al dar vuelta a una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco. Intrigado, se acercó y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate… pero en el interior sólo vio un atril que sostenía un cartel escrito a mano.
El anuncio era curioso: “Tienda de la verdad”
El hombre sorprendido, pensó que era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entonces entró y, acercándose a la señorita que estaba en el primer mostrador le preguntó:
–Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?
–Sí señor, ¿Qué tipo de verdad anda buscando: verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa…?
Pues sí, allí vendían la verdad. Él nunca se hubiera imaginado que esto fuera posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad. Era maravilloso.
–Verdad completa –contestó sin dudarlo.
Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones, pensó, no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones.
–Sí, ¡Verdad plena! –ratificó.
–Perdón, pero ¿el señor ya sabe el precio?
–No, ¿cuál es? –contestó rutinariamente, aunque en realidad él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.
–Mire que si usted se la lleva –dijo la vendedora, posiblemente durante un muy largo tiempo no pueda dormir del todo tranquilo.
Un frío corrió por la espalda del hombre, que pensó durante unos minutos. Nunca se había imaginado que el precio fuera tan alto.
–Gracias y disculpe… –balbuceó finalmente, antes de salir del negocio mirando el piso.
Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.
Quizá más adelante…, pensó y se alejó de la tienda de la verdad.”
¿Cómo sería un mundo en el que cada persona nos dijera todo lo que realmente opina acerca de nosotros y de los demás? Muchas veces el engaño sirve para poder seguir viviendo en sociedad, ya que las normas sociales son más importantes que la verdad. Sólo se convierte en un verdadero problema cuando mentimos gravemente o incluso cuando nos creemos nuestras propias mentiras. Aunque parece ser que tendemos mucho al autoengaño. A pesar de que sabemos que nos estamos mintiendo a nosotros mismos, seguimos haciendo porque eso nos da fuerzas para continuar.
Estudios realizados por el Director de contenido clínico del Get Mental Help en Estados Unidos, Derek Wood, nos dicen que los seres humanos mentimos principalmente por miedo. Miedo a una consecuencia, a un castigo, incluso miedo al qué dirán. Pero hay más causas de las mentiras. Cuando las mentiras se convierten en patológicas aparece el Trastorno de Personalidad Antisocial. Derek Wood asegura que entonces la causa de la mentira es otra: para conseguir aquello que se desea: ya sea sexo, poder o dinero.
Nuestro cuarto principio UU nos insta a “Una búsqueda libre y responsable por la verdad y el sentido”, ¿pero como vamos a buscar la verdad si nos sentimos tan cómodos con la mentira?
Cada principio de año, muchos hacemos nuestra lista de buenos propósitos con la esperanza de cumplirlos: Voy a empezar a ir al gimnasio, voy a regresar a la escuela, voy a ahorrar, voy a dejar de fumar y/o de tomar alcohol, voy a reunirme más seguido con mis amigos y familiares, voy a empezar a alimentarme sanamente, voy a leer más… y así continuamos haciendo nuestra larga lista de buenos propósitos, con el conocimiento de que no los vamos a cumplir, en otras palabras, nos mentimos a nosotros mismos y a quienes nos escuchan recitar nuestros propósitos.
También tenemos la dualidad como el Dios Jano, de vivir en el pasado y en el futuro, nunca en el presente.
Estamos pensando en quienes fuimos, a donde fuimos, que hicimos, que logramos y que no hicimos; imaginamos que haremos, a donde iremos, que quisiéramos lograr. El pasado nos atormenta y el futuro nos inquieta.
El pasado es importante para cada uno de nosotros, ya que en ese tiempo están nuestras vivencias, buenas y malas, y de ahí extraemos la experiencia que actualmente tenemos, también es importante saber de dónde venimos, analizar nuestros errores y nuestros aciertos.
Sin nuestros recuerdos, no seriamos nadie, lo malo es vivir anclados en esos recuerdos que nos atormentan, como si trayéndolos al presente constantemente para analizarlos, pudiéramos cambiarlos y empezamos un auto diálogo diciéndonos, ¿Qué hubiera pasado si yo…? ¿Cómo serían las cosas si en lugar de…?
Cuando era estudiante de medicina, uno de mis maestros nos dijo que es importante para la salud mental de cada individuo, exteriorizar el malestar que sentimos a través de esta clase de preguntas, a pesar de que sabemos que no podemos hacer nada para cambiar las situaciones vividas.
También en nuestro pasado están nuestras tradiciones, pero muchas de esas tradiciones que tenemos están plagadas de mentiras, mitos y creencias equivocadas.
El futuro nos ayuda a proyectar nuestra vida y nuestro mundo a través de nuestra imaginación, tomando diariamente decisiones y planificando nuestros siguientes pasos. Nuestro porvenir necesita tener un sentido y saber de una forma más o menos clara cuales son nuestros objetivos.
El presente es estar aquí y ahora. Nuestro futuro a corto plazo está al alcance de nuestra mano y lo podemos modificar con los actos y decisiones que hagamos hoy. Si en nuestro pasado nos hemos mentido a nosotros mismos y a los demás, lo más seguro es que nuestro futuro estará empedrado de mentiras.
Esto no quiere decir que no podemos cambiar nuestras conductas pasadas y por ende nuestro futuro. A pesar de que la mentira es una parte inherente de nosotros, podemos paliar esa condición humana, a través del conocimiento, la investigación, la empatía, la educación, la compasión y el amor.
Que este año que inicia, podamos más que aceptar la mentira, encontrar la verdad libre y responsablemente y recordar que la verdad nos hará libres.
Amor, Conocimiento, Educación., Evolución, Mentira, Verdad
Roberto Padilla
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