Por. Rev. Dr. Monica Maher

Artículo original (Feminist Studies in Religion)

Una capital colonial religiosa de América Latina, San Francisco de Quito es una ciudad católica monolítica en el imaginario hegemónico. Sin embargo, está lleno de diversidad religiosa que refleja los procesos dinámicos y socio-culturales vinculados a los movimientos internacionales para la justicia. El proyecto de las espiritualidades de la Fundación de los museos de Quito conceptualizado por María Fernanda Cartagena y Dayana Rivera, intenta hacer visible esta diversidad, resaltando las expresiones espirituales que resisten los sistemas de kyriarcal (Sistema social construido alrededor de la dominación, opresión y sumisión) de poder por las críticas teologías de liberación feminista.

Parte de un largo proceso de descolonizar la definición de un museo en si—un producto de la conquista española, un lugar para preservar el pasado y un medio para guardar objetos inanimados interpretados por expertos externos—el proyecto replantea la función del Museo como un espacio fluido de creatividad comunitaria, encuentro y diálogo intercultural, de representación colectiva y de cuestionamiento social, temas de vida en el presente movimiento con agencias políticas. La incorporación de sabiduría subalterna para deconstruir las lecturas dominantes de la realidad, el objetivo es promover una paz justa.

El proyecto abrió el año pasado en cinco museos en Quito, incluyendo el Museo de Carmen Alto, también conocido como el Monasterio de Carmen Antigua de San José, histórica casa de la primera santa ecuatoriana, Mariana de Jesús y la residencia de las Carmelitas de clausura desde el siglo XVII. Una icónica figura religiosa de la espiritualidad femenina, Mariana de Jesús murió a la edad de 26 años después de una intensa vida de auto-tortura a través de la mortificación espiritual. Una heroína nacional, es ampliamente venerada en Quito, donde 7 de 10 mujeres en un informe actual son sobrevivientes de violencia de género. Dentro de este contexto histórico espacial, el reto es en honor a las aspiraciones espirituales de caminos tradicionales mientras se clarifican los fundamentos kyriarcales de la violencia de género que son tan a menudo reescritos. Sin duda un proceso a largo plazo, esto exige la permanente interrogación de conceptos profundamente enraizadas tales como la santidad del sufrimiento de las mujeres, el pecado de sexualidades diversas y la supremacía de la cultura del blanco europeo y el Catolicismo Romano.

Una exposición del proyecto en el Museo de Carmen Alto, titulado Espiritualidad, Género y Vida Cotidiana, ofrece nuevas dimensiones de la vida de Teresa de Ávila, incluyendo sus desafíos a la autoridad jerárquica eclesial y su potente palabra escrita, ayudando a deconstruir los históricos símbolos de santidad sumisa y presentaciones apolíticas de misticismo inefable. Una segunda exposición en Misticismo y la Justicia Social ofrece las auto-representaciones de colectivos de mujeres contemporáneas de Quito.

El proyecto transgénero: Cuerpos diferentes, mismos derechos, fundado por Ana Almeida y Elizabeth Vásquez, participa con las trabajadoras sexuales Trans de Quito y la espiritualidad de la calle. La instalación es a la vez una celebración de las voces y la vitalidad de las mujeres trans y un lamento de múltiples asesinatos de los miembros. Ante el rechazo del clero católico, el Proyecto Transgénero ha desarrollado sus propios símbolos, oraciones y aceites sagrados, respondiendo con rituales espontáneos en los sitios donde han ocurrido los asesinatos. La exposición lleva estas expresiones espirituales de la resistencia interior de la calle para el público en general, para ver y reinterpretar dentro de un espacio religioso institucional de clausura de monjas carmelitas. Este encuentro de espiritualidades, a la vez íntimo y público, demanda el reconocimiento de la divinidad de los distintos cuerpos y la igualdad de los derechos sexuales y de género, incluyendo el derecho a la vida.

Las sexo-trabajadoras trans destacan tres aspectos de su espiritualidad: la ausencia de conflictos éticos entre su identidad de género, su ocupación y su religión, que es para la mayoría el catolicismo; cercanía a la muerte en la calle y como resultado una visión de Quito como un cementerio urbano, rememorado en una campaña de homenaje, donde fueron pintados corazones rojos y tacones blancos en los sitios de los asesinatos; y por último, la creatividad litúrgica colectiva y el coraje para responder a la violencia extrema y celebrar lo sagrado, frente a la demonización y la exclusión de las instituciones eclesiásticas.

Casa Ochún, un centro cultural multigeneracional liderado por mujeres Afro-ecuatorianas, representa en sí mismas en el Museo, con sonidos ancestrales en las prácticas espirituales de los afrodescendientes de Quito. En un contexto racial, discriminación de género y clase, la fundadora de la Casa Ochún, la Maestra educadora artística Rosa Mosquera, recibió el nombre de Ochún en un sueño y lo interpretaron como un llamado de los ancestros para establecer el proyecto. Ochún es la diosa africana del amor y la sensualidad, el Yoruba orisha del agua dulce, la Musa de los poetas, patrona de las embarazadas, el poder de la fertilidad femenina y la fuerza de vida femenina. Mosquera afirma, los antepasados vivieron a través de tanto… la música nos mantiene vivos, ellos pueden quitarnos todo pero no pueden quitarnos nuestra identidad y nuestra felicidad. Aquí (en Casa Ochún) hay un desborde de energía, una hemorragia de espiritualidad.

La instalación introduce al público a esta energía vital y fuerza social que es la Casa Ochún. Música, danza, textos, imágenes, la invocación de la energía, la presencia y la sabiduría de los antepasados. Almas vivientes de las almas de los sobrevivientes de siglos de esclavitud. … Los tambores en vivo… canal entre la tierra y el cielo, pasado y presente, uniendo energías, ritmos de la naturaleza, del corazón, compartido, encarnado, lleno de emoción y sensación… la Marimba… fluido y vital como el agua, purificando, limpiando, abriendo nuevos caminos. Ritmos, palabras, sonidos, expresiones históricas de esperanza, creatividad, fuerza, resistencia, liberación… ritmos, palabras, sonidos, llevando recuerdos de sufrimiento, supervivencia, fuerza, celebración, ritmos de la belleza de los cuerpos de los afrodescendientes, espíritus, el no rendirse, fuentes de resistencia, las corrientes de energía, valor de una comunidad, Presente.

Ha sido un derroche de interés por parte de los colectivos involucrados en el proyecto de espiritualidades, haciendo evidente la vitalidad y la sed de compartir las fuerzas espirituales y sociales en un espacio acogedor. La solidaridad ha surgido entre los diversos participantes a través del comprometido diálogo artístico intercultural. Y las respuestas iniciales del público han sido muy positivas.

Quedan muchos retos y preguntas. ¿Cómo es posible profundizar el diálogo entre el arte, la espiritualidad y la política como parte del discurso social diario, abriendo espacios para la expresión de la creatividad colectiva y el grito urgente para el derecho a la vida, vida en abundancia? ¿Cuáles son las maneras de fortalecer la solidaridad creciente en diversos movimientos sociales para ampliar el discurso público progresista frente a la moral hegemónica? El trabajo acaba de empezar.

 

*Este blog se basa en una charla en el panel, Ser Creativos, Hacer el Cambio: Teologías de Liberación Feminista y las Artes, de la Red de Teólogos de liberación feminista en el 2015 en la Reunión Anual de la Academia Americana de Religión en Atlanta en noviembre.

La Rev. Mónica Maher, PhD, es profesora en el Departamento de Sociología y estudios de género en la Academia Latinoamericana de ciencias sociales (FLACSO)-Ecuador y Ministra de la comunidad de América Latina de la Primera Iglesia de Cambridge UCC.   Ella sirvió en el Comité Ejecutivo del proyecto espiritualidades de los museos de la Fundación de la ciudad de Quito, donde vive.

Traducción: Roberto Padilla

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