Practicar la Regla Dorada es difícil; practicar la Regla de Platino resulta aún más retador. Esto es porque a fin de tratar a lxs otrxs como ellxs desean ser tratadxs, requiere obviamente que lxs conozcamos. Pero por sobre todo, requiere que basadxs en el mutuo conocimiento aprendamos a establecer buena comunicación dentro de nuestras familias y con aquellxs a nuestro alrededor.
Cuando el año pasado empezó la temporada de las fiestas de fin de año, recibí un catálogo lleno de fotos provocativas de pasteles y tortas navideñas, de equipo para esquiar y mucho más. Mi primera reacción fue de sentirme acosada, invadida, echada contra mi voluntad en ese torbellino de las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, cuando todavía estaba resistiendo dejar ir el verano. Para completar, no me podía despegar de ese villancico que dice*: «el niño, el niño tiritando en el frío, brindémosle plata y oro, brindémosle plata y oro». Esto me hizo pensar en la Regla Dorada y en cómo sería mejor si el villancico dijera brindémosle mantas y amor, brindémosle mantas y amor.
Años atrás yo pensaba que una de las mejores metas en la vida era seguir la Regla Dorada, porque creía que Jesús era su autor. El hecho es que no sabemos quién o cuándo la enunció primero. Lo que sí es cierto es que a través de los siglos muchas culturas han apreciado y cultivado esta regla como una norma de buen comportamiento moral.
Buda quien nació varios siglos antes de Cristo, enunció la Regla Dorada así:
«Se debe buscar para los otros la felicidad que se desea para sí mismo».
La regla de los romanos era:
«La Ley impresa en los corazones de todas las personas es amar a los miembros de la sociedad como así mismos».
Y ésta era la de los griegos:
«No hagas a tu vecinx lo que tú llevarías a mal».
Cuando un Gentil le pidió a Hillel, el anciano judío nacido unos cuantos años antes de Cristo, que resumiera la Ley, éste le contestó:
«Lo que tú mismo odias, no lo hagas a tu vecinx. Esta es toda la Ley; el resto es comentario. Vete ahora y aprende».
Y Jesús siendo él mismo judío, enunció en Mateo7:12 la Regla Dorada en una forma semejante:
«En todo lo que hagas, haz a los otrxs como tú quisieras que ellxs te hicieran a tí; porque esta es la Ley y los profetas».
A primera vista la esencia de la Regla Dorada parecería ser la empatía. Esa cualidad que nos permite sufrir o gozar con las penas y las alegrías del prójimo. Sin embargo, mirada más de cerca, la esencia de esta regla se convierte en autoconocimiento. Por eso es que bajo ciertas circunstancias, practicar la Regla Dorada es casi imposible. Cuando no nos conocemos a nosotrxs mismos, ¿cómo podremos tratar a los otros de acuerdo a la forma como nos gustaría ser tratadxs? Bajo otras circunstancias, practicar la Regla Dorada aun con la mejor de las intenciones podría tener consecuencias negativas. Por ejemplo, cuando tenemos gustos y valores morales o religiosos diferentes, al tratar a lxs otrxs como a nosotrxs mismxs, podríamos provocar desilusión y hasta resentimiento en nuestras relaciones.
La primera vez que oí hablar de la Regla de Platino quedé muy sorprendida. La Reverenda Elinor Artman, una ministra Unitaria Universalista, predicando sobre esta regla dijo que si deseábamos tener paz en nuestras familias, la Regla Dorada no era suficiente y que lo que realmente necesitábamos era una Regla de Platino mediante la cual pusiéramos atención a las necesidades y gustos de lxs otrxs. Con el tiempo aprendí que esta idea ya había sido enunciada siglos atrás en varias culturas. Así, los hindús habían dicho:
«La verdadera regla es ser vigilantes y obrar de acuerdo a los asuntos de los otros, como ellos obran por sus propios asuntos».
Mahoma enseñó:
«Ningunx de ustedes trate a su hermanx en una forma que le disguste».
Henry David Thoreau, nuestro ilustre Unitario, pionero de la desobediencia cívica, criticando la Regla Dorada declaró:
«Absolutamente hablando,’haz a los otros como a ti te gustaría que ellos te hicieran a tí’ no es de ninguna manera una Regla Dorada, sino la mejor de plata corriente. Una persona honesta tendría poca ocasión para usarla.
Kant, el gran pensador, sintió que la Regla Dorada no decía con precisión lo que debíamos hacer y le añadió el siguiente criterio de comportamiento universal:
«Actúa de acuerdo a leyes que puedan al mismo tiempo convertirse en una ley universal de la conducta. Por lo tanto, antes de actuar pregunta cuestiones tales como ésta: ¿Qué pasaría si cada uno actuara en la forma en que yo estoy a punto de actuar?»
En el evangelio de Mateo 7:9-10 Jesús hizo la siguiente pregunta que podría llevarnos más allá de la Regla Dorada:
«¿Quién de ustedes da una piedra a su hijo si le pide pan, o una culebra si le pide pescado?»
Al elevar la Regla Dorada a una de Platino, me gusta ese enfoque personal que demuestra empatía y mejor aún, compasión y que podría enunciarse así:
«Haz a lxs otrxs como a ellxs les gustaría que tú les hicieras a ellxs».
Practicar la Regla Dorada es difícil; practicar la Regla de Platino resulta aún más retador. Esto es porque a fin de tratar a lxs otrxs como ellxs desean ser tratadxs, requiere obviamente que lxs conozcamos. El conocer al otrx a su vez requiere vigilancia como recomienda la regla hindú; requiere prestar atención y ser considerados. Implica cambiar el centro de atención de nosotrxs al de la otra persona. Es más, la práctica de la Regla de Platino presupone el deseo de cambiar, de negociar y de dar de nosotrxs mismxs. Requiere que seamos creativos y dediquemos tiempo a nuestras relaciones. Pero por sobre todo, requiere que basadxs en mutuo conocimiento aprendamos a establecer buena comunicación dentro de nuestras familias y con aquellxs a nuestro alrededor.
Al principio mencioné la falta de empatía demostrada con el Niño Jesús en uno de los villancicos. Y no es que yo no entienda el simbolismo de los regalos de plata y oro. Pero cuando alguien, especialmente un niño está tiritando de frío, kilos de oro y plata no podrían calentarlo, pero sí una buena manta. Yo creo que todxs alguna vez hemos recibido regalos de cumpleaños, aniversarios, graduación, Navidad, preciosamente envueltos, pero que al abrirlos evidenciaron la falta de consideración y desconocimiento por parte de quien nos los obsequió. Y estoy segura de que nosotrxs mismxs hemos fallado en igual forma al escoger y obsequiar regalos. Todo ese desgaste de tiempo y energía, todo ese agonizar acerca de qué comprar y dar para terminar comprando y dando cosas en la talla errada, el color errado, la clase de material que no gusta o simplemente dando objetos inútiles.
En el campo de la filantropía internacional se dan ejemplos de la falta de consideración y conocimiento de las necesidades de las poblaciones o grupos a quienes se desea ayudar. En el libro Los Amos de la Pobreza (The Lords of Poverty) se puede leer caso tras caso de multinacionales que con el fin de reducir los impuestos envían lo que les sobra y los inventarios obsoletos a los países en vías de desarrollo. Imagínense el caso chocante de una gran compañía productora de cobijas eléctricas que donó miles de ellas a un país del África Tropical donde sólo una pequeña parte de la gente tiene electricidad y donde el calor y la humedad son intensos aun en las noches.
Más triste aún es saber de organizaciones sin fines de lucro que actúan en forma semejante. Como parte de mi trabajo con la Federación Internacional de Planificación Familiar, visité muchas clínicas y puestos de salud en Latino América y el Caribe. En uno de mis viajes a Haití vi en una clínica la silla de dentistería más sofisticada que se puedan imaginar, llena de telarañas y hasta haciendo estorbo, ya que la clínica consistía en una estructura de cemento sin terminar, cuyos cuartos tenían huecos por ventanas y puertas. Esta clínica había sido el regalo generoso de una iglesia canadiense que nunca envío el resto del dinero prometido, para terminarla. A veces escuché las quejas de los agentes de salud rurales, quienes tenían que distribuir anticonceptivos con las instrucciones en alemán o inglés a mujeres y hombres cuya lengua era el español o alguna lengua indígena.
Para nosotros los Unitarios Universalistas, quienes proclamamos y afirmamos el valor y la dignidad inherentes en cada persona, y quienes tenemos como meta tratar a lxs otrxs con justicia, equidad y compasión y quienes también afirmamos y proclamamos la reverencia por el tejido interdependiente de todo lo existente y del cual somos una parte, es imperativo que elevemos la Regla Dorada y que tomemos la Regla de Platino como guía en nuestras interacciones con nuestrxs prójimxs.
Haciendo a lxs otrxs como a ellxs les gustaría que se les hiciera, elevaría nuestra manera de vivir en el mundo y sería la ruta segura para crear familias y comunidades verdaderamente compasivas, seguras y felices. Si practicáramos la Regla de Platino, seríamos capaces de entender el hambre de espiritualidad, así como la sed de comunidad, acción social, de apoyo en la búsqueda de la verdad y por espacios conducentes a una mayor armonía con lo Divino. Entonces, como humanxs y como personas que estamos afiliadxs a esta Iglesia de la Gran Comunidad habríamos alcanzado verdaderamente la gloria aquí en la tierra. Que así sea. Bendiciones a todxs.
*Villancico “Do You Hear What I Hear?” de Carrie Underwood.
Do you know what I know
A child, a child
Shivers in the cold
Let us bring him silver and gold
Let us bring him silver and gold
La autora de este escrito ha decidido usar la letra x a modo de lenguaje inclusivo/neutro respecto al género.
autoconocimiento, empatía, filantropía, Regla de Platino, Regla Dorada
Rev. Lilia Cuervo
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