En tiempos de pandemia cunden el temor, el cansancio y la incertidumbre, pero buscar lo positivo resulta terapéutico para no flaquear ante la negatividad reinante.
De seguro nos hemos sentido con incomodidad ante los acontecimientos derivados de la pandemia del COVID-19 que sigue afectando al mundo. Los llamados “epicentros de la pandemia” se han movido por los continentes y es nuestro continente el que por estos días se ha visto muy diezmado. La gente en su mayoría está demostrando cansancio por las cuarentenas, por la incertidumbre ante el panorama futuro y temor por la aún poca conocida identidad del virus SARS-CoV-2 en nuestro organismo. En fin, la lista de efectos e impactos negativos es larga y pareciera que todo gira en torno a estos. Pero, ¿hay algo positivo que podamos rescatar, por último, para levantarnos el ánimo? Conversando con algunas amistades y personas que conozco, la respuesta que surge tras estas conversaciones es efectivamente un sí. Como residente en América del Sur, y obviamente en Latinoamérica, me ha llamado la atención cómo esta pandemia ya ha cobrado miles de vidas y se ha combinado con la anormalidad que ya se venía dando desde fines del año pasado en varios países de la región. Debo confesar que soy un fan de ciertos rincones del subcontinente, en particular de la ciudad de Río de Janeiro, por la cual tengo un cariño tremendo porque me ha tocado visitarla en muchas ocasiones por motivos de trabajo y esparcimiento. Días atrás me llamó la atención cómo uno de sus más importantes íconos mundialmente reconocidos, el Cristo Redentor, se teñía de colores homenajeado a las víctimas en todo el mundo por esta pandemia, y en particular se teñía de verde claro para homenajear al personal de salud que globalmente está dándolo todo por salvar vidas y cuidar de los enfermos. Sinceramente, cuando vi las imágenes de este emblemático monumento carioca con las proyecciones de luces, inmediatamente deseé haber estado allí mismo y haber tomado muchas fotos con mi cámara como testigo de ese simbólico gesto solidario. Ese gesto visual, así como tantos otros como el aplaudir a eso de las 8 ó 9 pm en tributo o de confeccionar mascarillas en casa para luego donarlas, muestran que ante los embates tenemos una cartita bajo la manga por muy simple o simbólica que sea: la solidaridad acompañada de resiliencia.
Todos concordaremos que una vez que esta gran contingencia sanitaria acabe, la vida será distinta. No sabemos con exactitud qué más vendrá, cuándo y cómo. Vale entonces la pena pensar más que nunca en el aquí y en el ahora. Y en este aquí y ahora de seguro hemos advertido cambios en nuestro alrededor: menos tráfico, menos ruido, menos contaminación en general; animales nativos deambulando en calles y en los espacios abiertos cuando no suelen hacerlo normalmente; personas retomando rutinas o pasatiempos que con el ritmo frenético se dejaron de lado; familias reunidas más tiempo en casa con la oportunidad de interactuar más como un clan, incluso cuando la comida y el dinero en muchos hogares están siendo racionados. Personalmente he notado que la vida se ha vuelto más simple, alternativa y humilde. No quiero negar que también han aflorado actitudes negativas dignas de tiempos de crisis, pero sinceramente en este escrito me quiero centrar en lo que nos hace crecer y cambiar para bien. Y si hay algo puntual que me ha llamado la atención, es que la gente se ha mirado más hacia adentro, quizá buscando auto contención y una explicación de lo que pasa alrededor, con un interesante incremento, por ejemplo, de participar de los espacios de espiritualidad, espacios por cierto muy variados conforme a las creencias y expectativas.
Hace poco conversaba por medio de una videoconferencia con una educadora UU y ella me hacía la misma observación: ha habido un incremento en lo espiritual desde múltiples enfoques. Hablábamos que, ante la dificultad de congregarse en persona y masivamente, mucha gente ha tomado la iniciativa de participar de servicios en línea y de intercambiar técnicas que les conecten con ese ser o energía interior. Claro, adorar en línea puede resultar frío en el buen sentido de la palabra porque nada reemplaza una reunión física y directa, pero es lo que hay actualmente y se debe agradecer para no apagar esa llamita mística. Con otrxs hermanxs UU tuve ocasión de hablar sobre cuán preparados podemos estar ante estas adversidades y cuál puede ser nuestro aporte conforme a lo que creemos y sentimos. Un detalle que surgió en estas conversaciones es que somos muy diversos y que contamos con un sentido social que se inspira en los principios y fuentes sagradas, no dogmas, lo cual puede traducirse en variadas y flexibles contribuciones hacia nosotrxs mismxs y hacia la sociedad en su conjunto, especialmente cuando urgen tratamientos y soluciones médicas, humanitarias y hasta económicas básicas. Y de seguro nuestras contribuciones se complementan con las contribuciones de las otras personas que pueden sentir y creer igual o diferente a nosotrxs. Todo es, a fin de cuentas, una gran suma de unidad para hacer frente a esta pandemia de la mejor forma posible, dejando de lado aquellas imperfecciones cotidianas que tendremos que superar si queremos seguir existiendo como seres humanos en el largo plazo.
Y en aquellos ratos de conexión conmigo mismo, de calma ante tanta videoconferencia que me ha tocado atender, me he sentido puesto a prueba o en una especie entrenamiento que no estaba buscando, sino que llegó de imprevisto y de manera confusa, pero conforme a lo hermoso y positivo que es posible rescatar de la vida, se puede entonces pasar esta prueba con la invitación de que la próxima oportunidad tendrá que aprovecharse de mejor forma en honor a todo lo existente. Y como parte de esta prueba en que se exige lo mejor de cada unx, nos seguiremos apoyando y acompañando, también honrando a quienes han padecido y partido por el Covid-19. Que nuestra luz del cáliz continúe alumbrando e inspirando, y que mantengamos la fe en que más temprano que tarde, nuestro abrazo y beso fraternal serán libre del uso temporal de mascarillas y de distanciamientos sociales.
contención, COVID-19, Medicina, Pandemia, resiliencia, solidaridad
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