Un poema que nos invita a la esperanza, la bondad y la resiliencia, a las puertas del fin de un año que ha sido intenso.
Cuando la tormenta pase
y se amansen los caminos
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo.
Con el corazón lloroso
y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos
tan sólo por estar vivos.
Y le daremos un abrazo
al primer desconocido
y alabaremos la suerte
de conservar un amigo.
Y entonces recordaremos
todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos
todo lo que no aprendimos.
Ya no tendremos envidia
pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia
seremos más compasivos.
Valdrá más lo que es de todos
que lo jamás conseguido
seremos más generosos
y mucho más comprometidos.
Entenderemos lo frágil
que significa estar vivos
sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido.
Extrañaremos al viejo
que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre
y siempre estuvo a tu lado.
Y quizás el viejo pobre
era Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre
porque estabas apurado.
* El poema es de autoría no del todo consensuada, atribuyéndosele recientemente al artista cubano Alexis Valdés. También se le ha atribuido a Mario Benedetti pero no hay evidencias oficiales de que el poeta uruguayo sea su autor. Independiente de la autoría, se consideró compartir este poema por su mensaje esperanzador.
Esperanza, poemas, resiliencia
Roberto Padilla
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