Enfrentarnos al dolor de otros no es cosa fácil. La mayoría de nosotros sentimos un impulso casi inmediato de hacer o decir algo que nos ayude a arreglar la situación de la otra persona. Por ejemplo, es muy común escuchar a gente decir cosas como: “Por algo pasan las cosas”, “Dios no te da más de lo que puedes soportar”, “Vas a estar bien”, “Tú ten fe” y demás. Con frases como las anteriores, terminamos lastimando más a las personas cuando nuestra única intención era ayudar. Además, también muchos de nosotros sentimos la necesidad de “arreglar” o solucionar el problema de la otra persona. Apenas alguien nos cuenta un problema y ya estamos buscando manera de darle solución.

Ante el dolor de otros, respondemos de manera inadecuada porque no podemos soportar, en muchas ocasiones, los sentimientos de impotencia, culpa, dolor o desesperanza que podemos llegar a experimentar cuando alguien nos comparte su dolor.

Lo que debemos recordar es que, ante la imposibilidad de aliviarlo, nuestra única tarea es crear espacio para el dolor del otro.  Crear espacio es crear la oportunidad de que la persona exprese su dolor sin la necesidad de explicarlo ni de tratar de evitarlo. Es darle la oportunidad al dolor de existir y convertirnos en simples testigos de él.

Te ofrezco los siguientes puntos que considero importantes para crear espacio:

  1. Silencio: no tienes que tener una respuesta inmediata ni bien elaborada. No tienes que decir nada. Aprende a sentirte cómodo en el silencio, es cuestión de práctica. Tu presencia es más importante que tus palabras.
  2. Escucha: enfoca toda tu atención a la persona. No escuches para responder ni para ofrecer soluciones, escucha para entender lo que la otra persona tiene que decir.
  3. Confianza: es importante que la persona sienta que no está siendo juzgada. Crea un espacio libre de juicios. Si la persona sabe que no está siendo criticada, podrá sentirse en confianza para compartir sus pensamientos y emociones con mayor libertad.
  4. Autonomía: permite que la persona llegue a sus propias conclusiones, aun cuando estas sean distintas a las tuyas.
  5. Dale permiso a las emociones: cada persona expresa el duelo de manera distinta, permite que en ese espacio ocurran toda una variedad de emociones. Evita frases como “no llores”, “no te enojes” y otras parecidas. Hazle saber a la persona que estás ahí para acompañarlo y que en tu presencia no tiene que reprimirse.
  6. Evita contar historias: a veces creemos que utilizando historias más dramáticas podemos ayudar a la personas a ver su dolor como algo más manejable pero podemos terminar aminorando su experiencia. Recuerda que el espacio que estás creando es para la otra persona, para que procese sus emociones y pensamientos, y el contar historias de otros o de nosotros mismos puede ser contraproducente.
  7. Confidencialidad: la mejor manera de crear confianza es dejándole saber a la persona que su historia no será compartida en otros espacios. No cuentes su historia a alguien más. El ser partícipes de la historia de los demás es un privilegio. Honra la confianza que se te ha sido otorgada.

Crear espacio es crear un contenedor mayor para el dolor del otro; es crear espacios seguros donde se pueda expresar el dolor sin temor a la crítica o a ser juzgado, es volverse testigo del dolor, de sostenerlo en las manos y dejarlo ser. Crear espacio es acompañar de la mano a alguien justo cuando más lo necesita.

 

 

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Tania Márquez
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