Es una tradición honrada entre los Unitarios Universalistas dar la bienvenida a las personas Lesbiana, Gay, Bisexual, Transgénero, e Intersexual (LGBTI) en nuestras congregaciones y en nuestro liderazgo local, regional y nacional. Sus contribuciones son incalculables, al igual que su valor como amigos, amantes, socios y aliados, son nuestra familia y son parte inherente de nuestras comunidades UU en todo el mundo; por lo tanto, compartimos sus desafíos y luchas en otras naciones como en la nuestra.
La reciente decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que confirma los derechos matrimoniales de personas LGBTI ha suscitado múltiples respuestas en América Latina, donde algunos la han acogido con brazos abiertos y otros la han rotundamente rechazado. En Costa Rica, la reacción a esta decisión controversial ha activado toda una campaña presidencial basada en el temor, la ignorancia y la desinformación sobre personas LGBTI.
Numerosos argumentos han sido diseminados contra los derechos civiles de los homosexuales por aquellos que declaran tener la autoridad de hablar por Dios. Algunos de estos argumentos han sido difundidos de manera tan amplia y poderosa que personas de conciencia en una democracia deberían tomarse el tiempo para examinarlos de cerca.
Partiendo de la premisa de que, en una democracia, las religiones no pueden imponer sus puntos de vista dogmáticos a todos los ciudadanos, incluso aunque sus miembros constituyan la mayoría numérica. Ciertos Derechos Humanos inalienables están garantizados para todos los ciudadanos en una democracia, incluidos aquellos que creen en una religión con pocos miembros o aquellos que no creen en ninguna religión. El poder político de la mayoría no anula los Derechos Humanos de la minoría.
Es curioso notar que la misma Iglesia Católica, que sigue negando derechos matrimoniales a gente LGBTI, ha declarada que la mayoría en una democracia, no debería imponer decisiones perjudicando la minoría. El número 169 de La Doctrina Social de la Iglesia aclara que….
“En un Estado democrático, en el que las decisiones se toman ordinariamente por mayoría entre los representantes de la voluntad popular, aquellos a quienes compete la responsabilidad de Gobierno están obligados a fomentar el bien común del país, no solo según las orientaciones de la mayoría, sino en la perspectiva del bien efectivo de todos los miembros de la comunidad civil, incluidas las minorías” [1]
Un conjunto de los argumentos en contra de la igualdad para las personas LGBTI se basa en la Biblia. Después de haber leído la Biblia detenidamente desde mi niñez, sé que contiene poesía inspiradora, proverbios sabios y, a veces, hasta valores universales en sus mitos, leyendas y cuentos históricos. Sin embargo, las fuentes históricas, científicas y académicas más viables, han demostrado claramente que la Biblia no es la palabra de Dios, sino la palabra del hombre. El hecho es que la Biblia fue escrita en una era pre-científica, donde abundaban la ignorancia, la superstición y el analfabetismo, y por lo tanto, apenas sirve como una guía moral confiable para la vida moderna e iluminada.
Otro argumento a menudo expresado es que ser LGBTI no es natural o es una enfermedad mental; sin embargo, esto se contradice con la evidencia de la historia humana, así como la investigación científica más objetiva. En los campos de la psicología y la psiquiatría, la investigación ha confirmado consistentemente que las personas homosexuales no sufren ninguna enfermedad mental y que son tan capaces como los heterosexuales de formar relaciones, matrimonios y familias duraderas y significativas. En 1974, la Asociación Americana de Psiquiatría finalmente reveló públicamente su conclusión de que la homosexualidad no es una condición o enfermedad mental.
Ha habido personas homosexuales en todas las sociedades humanas documentadas u observadas sistemáticamente. En algunas, fueron bienvenidos y bien integrados, mientras que en muchas otras sociedades fueron ridiculizados y perseguidos. Sin embargo, la historia y el presente han confirmado claramente que las personas LGBTI son importantes miembros contribuyentes de la sociedad y que pueden proporcionar perspectivas alternativas sobre una variedad de cuestiones críticas.
Entre los argumentos más tenaces contra los Derechos Humanos y matrimoniales LGBTI, es que los niños criados por tales padres se verán perjudicados, confundidos o traumatizados de alguna manera por esa experiencia. Toda la investigación científica y psicológica llevada a cabo durante décadas rechaza totalmente esa noción; es decir, ahora sabemos que los niños criados por padres LGBTI están bien adaptados, mentalmente sanos y, como es lógico, más tolerantes sobre la diversidad. En promedio, hay más abuso físico, sexual y psicológico de niños perpetrado por padres heterosexuales que por padres homosexuales.
En conclusión, volvemos a nuestra premisa original: en una nación auténticamente democrática, ninguna ley o práctica basada en dogma, creencia o tradición religiosa debe ser impuesta a sus ciudadanos. Y esto es especialmente relevante cuando hacerlo le negaría a cualquier ciudadano los mismos Derechos Humanos otorgados a todos los demás.
Esta imposición religiosa también violaría algunos de los principios más preciosos que defendemos como Unitarios Universalistas, particularmente el primero, siendo La dignidad y valor propio de cada persona, un principio que como pueblo de fe, hemos defendido con nuestras almas, con nuestras fuerzas y con nuestras vidas.
[1] La Doctrina de La Iglesia, 9.2.18: https://doctrinasocialdelaiglesia.wordpress.com/i-parte-capitulos-1-al-4/capitulo-4/
Julio Noboa
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