(Foto por: Mark Fayloga. C.C Lic).
Por: Jorge Espinel. El mundo es difícil. Hace unas semanas la foto de un niño sirio ahogado en las playas de Turquía le rompió el corazón a medio mundo, el mío incluido. El ver tales cosas me provoca empacar mis maletas e irme a Siria y a Turquía a servir a los inmigrantes. Después contemplo mi ciudad donde también hay hambre, violencia y desplazamientos forzosos y las ganas se me quitan. No porque la tragedia en Siria sea menos dolorosa o urgente, sino porque no tengo que ir lejos para encontrar sufrimiento y hambre. Desafortunadamente hemos creado un mundo donde este tipo de situaciones se están volviendo más regla que excepción.
Pero si el problema es tan grande, ¿como puede una sola persona hacer la diferencia? Hubo un tiempo cuando yo creía que había una respuesta… una “solución“ heroica que podía cambiar drásticamente las cosas. Pero la experiencia me ha enseñado que el cambio real está en las cosas pequeñas y simples del día a día… una sonrisa, un acto de bondad, donar sangre, negarse a pagar un soborno para acelerar un trámite o visitar a un vecino enfermo. Una sociedad más justa se construye con las pequeñas cosas que hago para construirla.
Yo quisiera un mundo con paz, libertad y justicia para todos donde la migración forzada no sea necesaria. Y como unitario universalista, ¿cuáles son las cosas que hago cada día para construirlo? Yo me considero una persona privilegiada y bendecida: tengo casa, comida, salud y cómodos recursos económicos, y mi deber es poner estos privilegios al servicio de otros. Esto lo hago dedicando al menos 2 horas semanales de servicio mi comunidad y donando parte de mis ingresos a causas que ayudan a crear el mundo que deseo.
¿Y que diferencia hace esto? No estoy seguro, los problemas de este mundo son tan grandes que dudo si mis acciones son útiles y
tienen un impacto real. ¿pero que pasaría si todos las hacemos? ¿Qué pasaría si cada miembro de nuestra iglesia diera una hora de servicio a su comunidad y contribuyera al menos un 1% de su sueldo para mejorar la escuela de su barrio?
¿Y qué pasaría si cada persona en el mundo hiciera lo mismo?
No tengo la menor duda de que si todos lo hiciéramos este sería un mundo mas amable. Yo no puedo controlar lo que otros hagan, pero puedo hacer mi parte cada día. Así empieza el cambio.
Jorge Espinel.
jespinel@clfuu.org
Iglesia de la Gran Comunidad
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