Cuánto han cambiado el mundo y el significado del Día de las Madres desde que la Unitaria Julia Ward Howe comenzó en 1870 la bella y supremamente significativa tradición de esta celebración.  La experiencia nos dice que ser madre no es tan solo concebir y dar a luz una criatura. Entonces, ¿qué es lo que es ser realmente madre?

  

Uno de los recuerdos lindos que tengo del día de las madres es el del ritual de los claveles. Si tu madre estaba aún viva, tú escogías un clavel rojo y lo ponías en tu solapa. Si tu madre ya había muerto, escogías un clavel blanco. Visualmente resultaba conmovedor ver la tristeza de las personas con un clavel blanco y al mismo tiempo alegraba notar las personas portando claveles rojos.  Por varios años mi clavel fue rojo; al escogerlo pensaba en mi mamá con mucha gratitud y amor. Si hoy tuviera que escoger un clavel para honrar a mi madre, tendría que escoger un clavel blanco.

Cuánto ha cambiado el mundo desde que la Unitaria Julia Ward Howe comenzó en 1870, la bella y supremamente significativa tradición del día de las madres. (Ver el artículo Proclamación del Día de las Madres en este Boletín.) Ya casi nadie recuerda el objetivo inicial de este día, de rezar por el desarme y por la paz.  En su lugar, la comercialización con su afán de sacar provecho, nos hostiga para que compremos regalos, flores y tarjetas. Y así, al enviar una tarjeta que la mayoría de las veces ni siquiera fue escrita por nosotrxs mismxs, muchxs cumplimos una vez al año la requerida demostración de amor a nuestra madre. 

Además del cambio del significado original de la celebración del día de las madres, existen hoy en día otros cambios seguramente más impactantes en lo tocante a la maternidad. Quizás, como yo, hayan sentido sobrecogimiento por los tremendos dilemas éticos y prácticos que las nuevas modalidades de la maternidad están presentando a las parejas y a la sociedad. Tradicionalmente teníamos madres naturales o fisiológicas, madres adoptivas y madrastras. Ahora también tenemos madres que alquilan por dinero sus úteros para dar a luz bebés por encargo, y en los Estados Unidos por ejemplo, madres de acogida, las cuales reciben un estipendio del gobierno para hacer el papel de madres de aquellos niños, cuyas madres propias los han abandonado o no pueden darles un hogar. Con el desarrollo de las drogas para ayudar a las parejas con dificultad de concebir, es más frecuente escuchar de madres teniendo tres, cuatro, o más concepciones a la vez. Pocas parejas están en condiciones de criar y educar tantas criaturas particularmente si ya tienen otrxs hijxs. Entonces, les surge el dilema aterrador de aceptar todos los frutos de esas concepciones, o de escoger cuáles y cuántos fetos descartar. Como es normal para el ser humano, estamos rodeados por paradojas; una de ellas es que gracias al avance de la ciencia ahora es común saber en útero el sexo y varios de los defectos o predisposición a enfermedades graves que el feto pueda tener. Y así, lo que sería una ventaja, acarrea el dilema grave de abortar o de llevar a término el embarazo. 

Al hablar sobre la maternidad surge la pregunta ¿qué es lo que es ser realmente madre?  La experiencia nos dice que, ser madre no es tan solo concebir y dar a luz una criatura. Ser madre es llevar de la mano por la vida, aun así sea por periodos limitados de tiempo, a los seres que se nos han encomendado. Ser madre es dar amor y cuidados tanto en las noches serenas como en las noches de desvelos, tanto en los días de victorias y recompensas como en los días de tristezas y preocupaciones. Mamá… !Que palabra más inmensa! Dependiendo del tipo de relación que hayamos tenido o que aún tengamos con nuestra madre, el día de las madres puede hacernos sentir incomodos o hacernos sentir felices. Igualmente, para las que somos madres dependiendo de la relación que tengamos con nuestros hijos, este día puede llenarnos de satisfacción y gozo, o de tristeza, culpa y ansiedad. Más probablemente lo que sentimos, es una mezcla de todos esos sentimientos. Hoy que ya no tengo a mi madre, y que mis hijos están cada uno haciendo sus propias vidas lejos de mí, miro con nostalgia, pesar, y a veces con remordimiento, las oportunidades perdidas de haber sido una mejor hija y una mejor madre.

Sin embargo, estoy consciente de que todxs, aun los hijxs que tienen las mejores relaciones con sus madres, y las madres que tienen las mejores relaciones con sus hijxs, por el solo hecho de ser humanxs, también cometen errores y hacen, o dejan de hacer cosas de las cuales después se arrepienten. Sé que el pasado nos debe servir de experiencia para mejorar lo que puede y debe ser mejorado en las relaciones con nuestras madres e hijxs. En cuanto a lo que hicimos errado, como el ofender con palabras dichas en momentos de soberbia, o de intenso dolor y desilusión, o en cuanto a lo que dejamos de hacer como llamar, escribir, o visitar más a menudo, solo tenemos un camino a tomar ahora. Tanto para nosotrxs cuyas madres han muerto, como para quienes aún tienen la dicha de tener una madre, ese camino es honrar su memoria o validar sus vidas en cualquier forma posible. Creo que la mejor manera de hacer esto es replicando en nuestras vidas aquellas virtudes que tanto nos enseñaron nuestras madres, o que aún nos enseñan con su ejemplo. Y replicando en las relaciones con nuestros seres queridos, aquellos gestos maternos que nos hicieron, o hacen sentir amados y protegidos por nuestras madres. 

Cuando mi mamá ya estaba muy enferma yo tomaba sus manos en las mías y cerrando los ojos me decía: «Grava para siempre estos momentos y este tierno calor de sus manos.” Un gesto que nunca olvidaré y con el cual mi mamá me demostró una y otra vez su gran amor y su alegría de ser madre, era el de recitarme una letanía de palabras cariñosas. Ella comenzaba esta letanía haciendo un pequeño chasquido con sus labios, moviendo la cabeza de lado a lado y dándome una mirada dulce me decía: “mi chiquitica, mi tesoro, mi cielo, mi amor, mi criaturitica preciosa, mi alegría, mi consuelo, mi encanto.” Al terminar la letanía me decía: «Mijitica querida, ¿quién la quiere tanto?»  La última vez que mi mamá me recitó parte de su letanía fue pocas horas antes de morir cuando tomando mi mano en las suyas, y con los pocos alientos que le quedaban, me dijo dos o tres de sus ternezas. Ya han pasado muchos años desde su muerte, pero cada día la echo de menos como amiga, consejera, guía, modelo y apoyo incondicional. Pero lo que más echo de menos y siempre lo haré, es su letanía de palabras cariñosas que nadie podrá replicar. Sé que mis hijxs también recordarán las ternezas y el amor con que a menudo se las digo.  

El místico Kabir, apellidado por sus coterráneos como el «Tejedor de los nombres de Dios», terminó uno de sus bellos poemas con la siguiente pregunta: «Si no miras…, si no tocas…,  ¿de qué vale decir el nombre?» y podemos añadir, ¿de qué vale decir palabras cariñosas?  Lo que Kabir decía es que los términos de cariño deben ser dichos con verdadero sentimiento; no por rutina o por salir del paso, o por agradar en espera de alguna recompensa. Las palabras cariñosas adquieren mayor valor cuando son dichas haciendo algún tipo de contacto: mirando a los ojos de a quién van dirigidas, o quizás dando un leve toque o apretón de mano, o acompañando las palabras con un abrazo tierno y caluroso. Cuántos amores, cuántas amistades que hubieran podido florecer, se dejaron marchitar por falta de palabras dichas con cariño, con ternura, con calor humano. Todos conocemos la expresión «susurrar ternezas al oído» y quizás hemos tenido la oportunidad de conocer la importancia de esas ternezas dichas en momentos cruciales. Esto es, porque cuando se dicen palabras cariñosas con sinceridad y afecto, ellas adquieren el poder de calmar el fuego de la ira, de suavizar situaciones difíciles en una relación, o de dar ánimo a los cansados, dar seguridad y amor a una criatura que sufre, o confianza a la persona querida que duda de nuestra amistad o amor. Cuánto más importantes son las palabras de cariño dichas a las madres y más aún dichas por las madres o por esos seres queridos que hacen las veces de madres.

La realidad innegable es que todos tenemos en mayor o menor grado el poder de crear o de destruir; este poder es inmensurable en aquellas de nosotras que, de una manera u otra, hemos sido llamadas por la vida para ser madres. Sin embargo, esto no quiere decir que tengamos que sentirnos agobiadas bajo el peso de esta responsabilidad, o que debemos perpetuar el mito de que la maternidad es necesariamente martirio. Las madres que luchan y se sacrifican sin cesar, sin pensar en sí mismas por temor a parecer egoístas, o menos dignas del nombre de madres, no son buenos ejemplos. Tarde o temprano, estas madres terminan amargadas, culpando a sus hijxs de sus privaciones, demandando atención y recompensa en formas emocionales que indirectamente resultan esclavizantes. Hoy en día está disminuyendo esa red de tías, abuelas y parientes que ayudaban a cuidar los hijos. Por lo tanto, es mucho más importante que las madres aprendan a tener válvulas sanas de escape para sus emociones y aspiraciones. Una madre que se honra a sí misma y se auto-valora termina siendo una mejor madre y compañera, una persona con la cual es agradable compartir. Hay que aprender a determinar nuestras escalas de valores y una vez que sepamos cuáles son los valores más importantes en nuestra vida, dejar que guíen nuestros pensamientos y acciones para disfrutar sanamente las oportunidades que la sociedad, la familia y la naturaleza nos ofrecen de expandir nuestras personalidades y horizontes, aprendiendo, amando y gozando.

Si hay algo que deseo en el día de las madres es que todas ellas aprendan a valorarse y a amarse a sí mismas y que sepan aceptar el amor y cariño de quienes las aman. Que al terminar el día puedan decir con satisfacción: «He dado todo lo que pude a los otros, pero también me di a mí misma y recibí de otros. Hoy participé en una actividad que me dio relajación, que me nutrió el espíritu y me descansó la mente». Qué transformador sería si cada día con nuestros pensamientos y acciones honráramos a nuestras madres y al hacerlo, también honráramos el espíritu con que Julia Ward Howe inauguró el día de las madres rezando y trabajando por el desarme y por la paz. Les invito a que hagamos el propósito de pensar paz y amor, respirar paz y amor, vivir paz y amor. 

Lo que más deseo en estos aterradores tiempos es que las madres que están en uno de los grupos más vulnerables frente al devastador COVID-19 reciban de sus hijos y familiares todos los cuidados y precauciones necesarios para ayudarlas a salir ilesas. Yo que tuve el privilegio de tener en mis brazos a mi madre cuando ella exhaló su último aliento, solo puedo imaginar el intenso dolor de madres muriendo solitas, alejadas de su ambiente y de sus seres queridos. Cualquiera que sea la situación que la vida nos depare, quiero que recuerden que no estamos solxs, que hay una presencia sagrada sosteniéndonos en nuestras luchas y que esta red virtual de Unitarios Universalistas está con nosotrxs enviándonos bendiciones de paz, de amor, salud y gratitud por los esfuerzos hechos para hacer de nuestras familias y nuestro mundo un verdadero hogar.      

 

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Rev. Lilia Cuervo

La Rev. Unitaria Universalista Lilia Cuervo obtuvo su maestria en Divinidad del Seminario Unitario Universalista Starr King para el Ministerio, en Berkeley, California. Ademas es licenciada en Matemáticas y Física de la Universidad Nacional Pedagógica Femenina en Bogotá, Colombia y tiene otra maestría en Demografía de la Universidad de Georgetown, en Washington D.C.
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