Por Julio Novoa Polanco
La abolición de su ejército fue un evento clave en la historia de Costa Rica y ha resultado en múltiples beneficios sociales, culturales, y educacionales para el país. Costa Rica refleja bien en su política y democracia los valores expresados en nuestros siete principios y como Unitario Universalista debemos reconocer que estos valores han sido conocidos, defendidos y promovidos por varios líderes democráticos de Latinoamérica.
Hace setenta años, un líder audaz y visionario en una pequeña y pobre nación centroamericana tomó una decisión trascendental que pocos habían tomado en toda la historia del mundo, por no hablar de América Latina, que fue la de abolir el ejército de su nación. Su nombre era José Figueres Ferrer, un hombre brillante y autodidacta que asumió el liderazgo en un momento difícil de crisis social y sangrienta guerra civil en Costa Rica.
Ese conflicto fue el más devastador en la historia de Costa Rica, y aunque duró apenas 44 días, 2000 personas fueron asesinadas en medio de una destrucción y una pérdida total de la confianza pública en su gobierno. Fue instigado en 1948 por una elección presidencial cuando el periodista Otilio Ulate se adjudicó la victoria sobre su opositor Rafael Ángel Calderón, un ex presidente pro comunismo que durante su anterior gobierno introdujo importantes reformas y garantías sociales.
Sin embargo, al afirmar que las elecciones habían sido fraudulentas, el partido de Calderón que dominaba el Congreso anuló los resultados y convocó a una nueva elección. Así comenzó un período de caos e incertidumbre durante el cual Figueres organizó el Ejército de Liberación Nacional que enfrentó a las fuerzas gubernamentales y finalmente las derrotó en el campo de batalla ganando así las mentes y corazones de la mayoría de sus paisanos.
Prometiendo elecciones libres y una variedad de reformas, Figueres preservó las garantías sociales de Calderón en la nueva Constitución de 1949, y además amplió las leyes para incluir el voto para las mujeres y la plena ciudadanía para los afrocaribeños. También estableció los límites del mandato presidencial y nacionalizó los bancos. Pero su reforma más significativa fue la abolición del ejército gubernamental tanto como el propio suyo.
Fue un acto altamente simbólico cuando Figueres tomó un martillo acotillo para romper un agujero en el enorme muro de piedra del Cuartel Bellavista, la sede militar de la nación en la capital de San José. Como acto final que confirmó la abolición del ejército, Figueres entregó las llaves del Cuartel al ministro de educación para que Bellavista se transformara en el Museo Nacional de Arte e Historia. De ahí en adelante, el presupuesto militar se ha utilizado para financiar la educación, la salud pública y la protección del medio ambiente.
Los eventos y condiciones que llevaron a ese fenómeno histórico fueron mucho más complejos de lo que anteriormente describí brevemente, pero el resultado final de esta decisión trascendental se puede ver claramente al revisar la triste, cruel y sangrienta historia de Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua, vecinos centroamericanos de Costa Rica. La historia de estos países está profundamente marcada por los abusos militares contra estudiantes, manifestantes, periodistas, ambientalistas, pueblos indígenas, opositores políticos e incluso monjas y sacerdotes.
Las miles de personas que viajan en caravana hacia la frontera con los Estados Unidos son un testimonio vivo de los múltiples males desatados por la colaboración de sus élites nacionales con el Imperio Americano buscando proteger y promover sus ganancias corporativas a través de golpes de estado, terror e intervenciones a menudo apoyados y realizados por sus propios ejércitos. Al abolir su ejército, Costa Rica se salvó de esa dolorosa historia tan común en América Central y del Sur, una historia del poder militar utilizado para reprimir, torturar y asesinar a su propia gente con el motivo de preservar el privilegio de los poderosos.
De igual importancia, la inversión de Costa Rica en educación, salud universal y conservación ecológica ha dado resultados muy positivos y medibles. Según el Índice de Felicidad Mundial 2017, Costa Rica ocupa el primer lugar en América Latina y el 12 en el mundo, mientras que el Índice de Planeta Feliz clasificó a Costa Rica como el número 1 en el mundo. Su sistema de atención médica está clasificado como el mejor en América Central y el 36 en todo el mundo. La revista National Geographic, en su ejemplar de noviembre de 2017 presentó a Costa Rica, junto con Dinamarca y Singapur como «los lugares más alegres del planeta.»
Como nación neutral, Costa Rica desafió a los presidentes Ronald Reagan y George W. Bush en sus intentos de involucrar a este país pacífico en coaliciones militares regionales e internacionales. También ha mantenido buenas relaciones con sus vecinos y respondido a las disputas de tierras e incursiones militares ilegales de Nicaragua, no con enfrentamientos violentos, sino resolviéndolos mediante apelaciones exitosas ante la Corte Internacional de Justicia.
Habiendo residido en Costa Rica desde 2014, puedo dar fe de la viabilidad tanto de su sistema democrático como de los intentos auténticos por el gobierno nacional de utilizar amplios recursos para garantizar la salud, la educación y la prosperidad de su gente.
Costa Rica ha logrado más que muchas otras naciones en el ámbito ecológico, conservando el 25% de sus tierras, protegiendo bosques y parques nacionales que albergan miles de especies animales y vegetales únicas. También ha generado más del 90% de su electricidad libre de carbono al abandonar los combustibles fósiles, utilizando fuentes de energía solares, eólicas y geotérmicas.
A pesar de estos logros, aún existen desafíos persistentes para esta nación todavía en desarrollo, entre ellos la meta de erradicar por completo la pobreza y establecer una infraestructura y sistema de tren y carreteras mucho más eficientes.
Como Unitario Universalista siento que mis valores y principios se están aplicando aquí como en ninguna otra nación de las Américas. Entre los principios más obvios que se dan vida aquí, se encuentran el quinto, a saber, el uso del proceso democrático en la sociedad en general, y el séptimo que expresa respeto por la red interdependiente de toda la existencia de la cual formamos parte.
Esto nos recuerda como Unitarios Universalistas reconocer que aunque nuestros siete principios se formularon y articularon en América del Norte, los valores que expresan estos principios han sido entendidos y defendidos a lo largo de la historia por muchos líderes de latinoamericana como José Figueres, el presidente mexicano Benito Juárez y el presidente chileno Salvador Allende, quien fue depuesto al igual que tantos otros líderes democráticos, con la complicidad del Imperio Americano.
Siendo Unitarios y ciudadanos de ese imperio, es importante que entendamos el papel sórdido que nuestra nación juega en las historias de nuestros vecinos latinoamericanos. Debemos encontrar maneras de redirigir a nuestros líderes electos y las políticas nacionales para apoyar y no sofocar las luchas legítimas por la dignidad, la libertad y los derechos humanos en todo nuestro hemisferio.
abolición del ejército, Costa Rica, Índices de Felicidad, José Figueres
Julio Noboa
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