Cada día puede ser una oportunidad para enfrentar dificultades y lograr salir salvos de estas, lo que nos invita, por cierto, a reflexionar sobre una especial cualidad que poseemos, y que en estos tiempos de contingencias sanitarias toma mucha más relevancia.
Hace unas semanas atrás me animé a escribir en mi muro de Facebook el texto bíblico contenido en el Evangelio de Mateo, capítulo 24, versículo 13: ”Quien haya aguantado hasta el final se salvará”. Eran semanas muy complejas por las cuarentenas y reflexionaba sobre la fortaleza en tiempos de pandemia. Se me vino a la mente aquel texto, que desde muy joven retengo porque lo aprendí en mi anterior congregación, y lo escribí con la intención de transmitir un mensaje de ánimo, generándose al rato una muy interesante y positiva interacción con mis amistades y contactos en dicha red social.
Claro, hablar de salvación es introducirse en algo profundo y con múltiples interpretaciones dependiendo de la fe que se tenga. Sin embargo, teniendo en cuenta nuestros espacios Unitarios Universalistas, disfrutamos de la reflexión de que la salvación es un derecho para todas las personas, una dádiva de amor inherente. Pero en tiempos complejos como los que nos toca vivir, de alcances históricos mundiales, reflexionaba en que la salvación pasa a ser un simbolismo de cómo nos salvamos en el día a día, es decir, cómo hacemos frente a las diferentes dificultades que pueden afectar nuestra integridad física, mental y espiritual. Surge aquí la llamada resiliencia, cualidad que cada ser existente posee y que es simplemente la capacidad de sobrellevar una adversidad y sobreponerse a ella . Puede ser resiliente una piedra, puede ser resiliente un microorganismo, pueden ser resiliente un animal, una planta y obviamente el ser humano.
Todos estos meses de confinamientos y distancias sociales han alterado nuestra vida, sin lugar a dudas, y nos ha hecho sentir múltiples cosas. He hablado con gente que ha valorado estar más en casa, llegando a desarrollar incluso el Síndrome de la Cabaña; así también he hablado con gente que anhela con desesperación retomar una normalidad sin restricciones. Me ha tocado presenciar familias en las cuales el sustento económico ha escaseado de la noche a la mañana; así también otras que no han sufrido mayores alteraciones, pero han debido adaptarse a los nuevos escenarios. No son tiempos de cosas superfluas o suntuarias sino de satisfacerse con comida, abrigo y cuidados médicos básicos. Y en esta supervivencia, en este salvarse día a día, se refleja la resiliencia. Inclusive nuestro sabio cuerpo humano al enfermarse hace todo lo posible por mejorarse así mismo. Por ejemplo, nuestro sistema inmune nos ayuda a salvarnos de enfermedades causadas por agentes patógenos. Y si el cuerpo no da abasto, bueno, entonces el personal de salud coloca su granito de arena para tratar y procurar la mejoría, actuando como un gran equipo al servicio de la resiliencia. Además del personal tratante que ha estado tan ocupado en estos meses, hay mucha gente más, de buen espíritu y gran corazón, que está apoyando a quienes lo necesitan en aspectos de contención mental, espiritual, física y económica, en un mecanismo de resiliencia grupal que es solidaria. Si bien no tenemos la vida comprada y algún día moriremos en sentido físico, logramos existir y continuar con la ayuda de ciertas herramientas existenciales. Podríamos identificar dentro de estas herramientas a la espiritualidad.
Efectivamente la espiritualidad es cultivar el espíritu, aquello que llevamos dentro, y que se conecta también con la mente y el cuerpo. Es por lo tanto una herramienta para levantar el ánimo, para trabajar a su vez la necesaria paciencia y ser optimistas al largo plazo. Puede que el corto y mediano plazo se vean difusos y lleno de adversidades, pero no hay que perder de vista que llegará una nueva oportunidad, sí, una nueva oportunidad al final que sabiamente y humildemente deberemos aprovechar mejor.
Aguante, Fuerza, resiliencia, Salvación
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