Que esta Navidad podamos abrir nuestros corazones y, por qué no, si es posible, las puertas de nuestra casa a alguien que esté en necesidad de calor humano, que este hambriento de un abrazo y de un rato en compañía de una familia amorosa, que sin importar que esa persona o personas no sean de nuestra familia.


A veces, de tanto repetir algo, se nos olvida porqué lo hacemos o qué significa. A veces así nos pasa con la Navidad. Los medios masivos de comunicación nos la promueven tanto y de tantas formas a través de la publicidad, que corremos el riesgo de olvidar, o por lo menos, diluir su real significado. Por eso, vale la pena detenernos un momento y recordar que significa esta fecha y de qué manera la estamos viviendo.

La Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús, el cual, para unos es el mesías esperado, para otros es el hijo de Dios, para otros más es un gran maestro, y hablo en presente, porque Jesús nos sigue enseñando algo, sin importar si somos o no cristianos; pero también la Navidad es una celebración en familia, donde nos reunimos y la pasamos lo mejor posible; convivimos y recordamos viejas historias de familia que tanto significan para cada uno de nosotros; por supuesto, también es una celebración para los niños, a los que les llegan misteriosamente regalos de parte del niño Dios, Santa Claus, Papa Noel o el Viejo Pascúero, nombres que le damos en los diferentes países a quien trae esos regalos. Es la fiesta de todos, porque todos, en algún rincón de nuestra alma, no dejamos de ser niños. Esto me recuerda que mis 8 hermanos y yo, esperábamos con gran regocijo el día de Navidad porque teníamos la oportunidad de poder comer algo diferente de lo que acostumbrábamos a comer en otra época del año, ya que éramos muy pobres.

 

Pero a pesar de nuestra pobreza, mi madre trataba de hacer que pasáramos la Navidad como una gran fiesta. Recuerdo un año cuando la situación económica de mi familia era más pobre que en ningún otro año, ya que a mi padre lo habían operado y no había trabajado por dos-tres meses, entonces mi madre nos dijo que ese año no íbamos a tener ni árbol de Navidad ni regalos. Mis hermanos y yo realmente estábamos muy tristes, pero como la Navidad es una época de milagros, Justo el 23 de diciembre, mi madre se encontró en la basura una pequeña rama seca de un ciprés, la recogió, la trajo a casa y la pinto de blanco dándole la apariencia de un árbol nevado y le puso algunas esferas y algunas luces y al final quedo como si fuera un verdadero árbol de Navidad.

 

Por supuesto que sabíamos que no íbamos a tener regalos esa navidad, pero la esperanza que guardábamos cada uno de nosotros en nuestros corazones, no desaparecía del todo, teníamos la esperanza de que se hiciera el milagro y pudiéramos tener algún regalo.

 

El 24 por la noche, después de haber cenado un plato de frijoles, que fue lo único que mi madre podía comprar, y cuando ya nos disponíamos a ir a dormir, mi madre nos hablo a todos para darnos nuestros regalos de Navidad. Mi madre saco de no se donde una gran bolsa de plástico, de esas que se usan para la basura y empezó a sacar alguna ropa, la cual nos fue diciendo: esto es para ti y esto es para ti; si no te queda bien, cámbiasela a tu hermano y tú pruébate este suéter a ver si te queda. Nosotros preguntamos ¿porque el niño Jesús no había envuelto los regalos y porque teníamos que intercambiar los suéteres o las camisas con los demás si es que no nos quedaban? A lo cual mi madre nos dijo que el niño Dios ese año no había tenido dinero para comprar papel y poder envolver los regalos, además, a ella se le había olvidado enviarle nuestras tallas correctas y entonces el niño Jesús había enviado todo junto en esa bolsa. Muchos años mas tarde, mi madre me confeso que una señora de la iglesia a la que asistíamos le había regalado toda esa ropa usada, pero aun en buen estado, para ver a quien de nosotros le quedaba. Como haya sido, esa Navidad fue una Navidad feliz para nosotros, ya que nuestras esperanzas de tener algún regalo, se nos cumplió.

La Navidad es una época de generosidad, celebramos la ocasión de poder demostrar a nuestros familiares y amigos nuestro aprecio, nuestro cariño; desafortunadamente aquí, es donde más han influido las grandes tiendas y los medios de comunicación como la televisión, para hacernos sentir mal si no damos y/o recibimos algún regalo, que entre más caro sea este, creemos que mejor demostramos el amor o el aprecio por nuestros familiares o amigos. En esta sociedad de consumo en la que vivimos es casi imposible el pensar en pasar una Navidad sin ir a comprar desaforadamente regalos para todos, sin importarnos que no tengamos dinero, ya que contamos con una tarjeta de crédito, con la idea que después la pagamos y terminamos con una deuda eterna.

Una de las imágenes que tenemos de la Navidad son las velas encendidas, ese fuego que para algunos es símbolo de sabiduría, para otros es el símbolo de amabilidad, para otros es del amor, del idealismo y de la esperanza. Es por eso que muchas religiones se acompañan por una pequeña flama de fuego.

Navidad viene del latín “Nativitas”, que quiere decir nacimiento, en este caso estamos celebrando el nacimiento de Jesús, pero también estamos celebrando el nacimiento o más bien, el renacimiento en el corazón de cada uno de nosotros, de la luz, del amor, de la comprensión y de la esperanza en la humanidad.

 

También la Navidad es el tiempo de compartir. Compartamos no solo regalos materiales, compartamos también la luz y el amor que hay en el interior de cada uno de nosotros. Demos como el mejor regalo, como dice nuestro primer Principio Unitario Universalista, El valor y la dignidad propia de cada persona.

 

La navidad también significa esperanza, la esperanza de que la humanidad sea mejor, la esperanza de que haya paz y justicia para todos, como nos dice nuestro segundo principio, pero esta esperanza se inicia con nosotros mismos, como lo dijo el maestro Jesús, amen a su prójimo como a ustedes mismos.

 

Que esta Navidad podamos abrir nuestros corazones y, por qué no, si es posible, las puertas de nuestra casa a alguien que esté en necesidad de calor humano, que este hambriento de un abrazo y de un rato en compañía de una familia amorosa, que sin importar que esa persona o personas no sean de nuestra familia.

 

Este es el sentido real de la Navidad, el amor, la fe, la esperanza. Hagamos visible el amor que se encuentra en el interior de cada uno de nosotros como hombres de buena voluntad, como nos dice el relato evangélico donde se anuncia el nacimiento de Jesús por un ángel a los pastorcillos «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.» (Lucas. 2: 14)

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Roberto Padilla
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Roberto Padilla

El doctor Roberto Padilla es miembro de la Primera Iglesia Unitaria de San Jose, California.
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