Recuerdo recitar los diez mandamientos muy a menudo como un niño, por qué razón, se me escapa ahora, pero recuerdo que hasta en esa tierna edad, me parecían rígidos, obsoletos, e hipócrita. Después como joven todas las reglas sociales y religiosas me parecían muy arbitrarias y comencé a cuestionar seriamente la religión bíblica de mis padres. Sin embargo, las lecciones morales que ellos me enseñaron y me demostraron en nuestro hogar y en sus propias vidas tuvieron mucho mas impacto para mi que los diez mandamientos.
Pasaron muchos años y entonces un voto de la Cámara del EUA me obligó tomar un segundo vistazo a estos diez comandos inmutables que, de acuerdo con la Biblia y la película de Hollywood, Los Diez Mandamientos, fueron escritos en piedra por los mismos dedos de Dios. Esta enmienda controversial permitiría a los distritos escolares mostrar los diez mandamientos en las escuelas públicas. Patrocinado por la Rep. Robert Aderholt (R-Ala.), la disposición ha desencadenado un considerable debate y comentario, lo que indica cuan divisorio sería esta idea, como debe ser, en una sociedad tan plural como la nuestra.
Como educador agradecería tener la oportunidad de proporcionar a mis estudiantes un fondo histórico y cultural sobre la religión; pero no sólo una religión, sino a todas aquellas que han tenido un impacto en el arte, el pensamiento y la civilización humana. Pero simplemente exhibiendo los diez mandamientos en las paredes de las escuelas públicas no sería suficiente para educar los jóvenes ni regular su comportamiento. No podria apaciguar sus pasiones, ni contestar las profundas preguntas que tienen ellos sobre lo que es correcto, moral o de valor.
Además, el carácter absoluto y estricto de estos mandamientos, un aspecto que aporta comodidad a muchos conservadores, no es a la luz de la razón, suficiente para calificar los mandamientos como guías válidas para la conducta humana.
Consideremos, por ejemplo, ese gran mandamiento clásico, «No matarás.» ¿Se refiere a las plantas, los animales o a seres humanos? ¿Están incluidos las personas que han cometido asesinato, traición o lo que es peor para algunos, la blasfemia? ¿Incluye ese comando a alguien que está a punto de matarme?
Por lo tanto, este sencillo precepto plantea más preguntas que las que responde. Desde un punto de vista histórico, tiene tan poco sentido como para engendrar cinismo, cuando no desdén absoluto por su hipocresía.
Ni el mandamiento «No matarás,” ni el otro,»No robarás,» ha detenido los cristianos a lo largo de los siglos de secuestrar, esclavizar, invadir, explotar, matar o robarle a otros. No hace falta ser un historiador para recordar numerosos ejemplos de terrorismo, tortura, o genocidio contra los que no eran creyentes cristianos y se consideraban brujas, paganos o blasfemos.
Por supuesto, también se complica mucho más el asunto cuando Jehová mismo se contradice. Los Judíos que recibieron estos preceptos “directamente de Dios” también siguieron su posterior orden de invadir a Canaán, y matar sin misericordia por mandado divino, a todos los cananeos hombres, mujeres, niños, e incluso los animales de carga en su conquista de su «tierra prometida.»
En ninguna etapa de la historia secular o bíblica el simple hecho de conocer o memorizar los diez mandamientos ha asegurado su cumplimiento. En el siglo 19, las escuelas públicas y privadas del EUA consistentemente enseñaron los diez mandamientos, pero no detuvo que el egoismo, el sexismo o el racismo infectaran la sociedad de ese siglo ni del siguente.
Sin embargo, algunos miembros de la cámara piensan que solo exhibiendo estos mandamientos en las paredes de las escuelas públicas de hoy detendrá el comportamiento violento entre la juventud.
Algunos dicen que estos políticos, queriendo ser bíblicamente correctos, no estén tan fuera de contacto con la realidad. Tal vez, benditos sean, ellos estaban tratando de «enviarnos un mensaje.» Tiene algo que ver con «traer a Dios nuevamente a las escuelas públicas», como si esta deidad omnipotente y omnipresente depende de la voluntad humana para ir donde le plazca.
Yo «honro a mi padre y a mi madre,» pero no porque Dios me lo mandó, sino simplemente porque se lo merecen por el apoyo y amor incondicional que me aportaron. Por lo tanto, agradezco todos los mensajes que ellos me enviaron, incluso su insistencia que yo memorice y obedezca los diez mandamientos.
Pero los mismos políticos en el congreso que pretenden enviarnos un mensaje sobre la moral, deshonran a sí mismos y su posición de confianza cuando también se niegan controlar la proliferación de armas tan violentamente devastadoras en nuestra sociedad y especialmente en nuestra juventud.
Nuestros sentimientos personales a un lado, no es nuestra opinión que debería regir el resultado de este debate. Debe ser resuelto por la ley, la Constitución y los principios democraticos, estableciendo la separación entre Iglesia y Estado. Siendo una nación que declara la libertad de religión como un principio fundamental, no podemos imponer o exaltar cualquier punto de vista religioso por encima de otro en las instituciones públicas, y especialmente en las escuelas públicas.
Como nación religiosamente diversa, podemos permanecer firmemente unidos y en harmonía, sólo cuando todas las tradiciones religiosas gocen de los mismos derechos y libertades bajo la ley.
Julio Noboa © 1999
Basado en un artículo publicado 26/6/99 en el periodico San Antonio Express-News.
Julio Noboa
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