Fue muy interesante y nuestra buena fortuna que la Sociedad Astronómica Americana celebró su conferencia anual aquí en San Antonio, Texas. Eso nos dio una oportunidad especial para aprender mucho más de los descubrimientos increíbles que astrónomos están haciendo sobre nuestro universo.
Leémos acerca de los astrónomos que tropezaron con una “mina de oro” de 1.500 galaxias nunca antes vistas, cuando volvieron un telescopio hacia una sección del espacio «vacío.» Por primera vez, fueron descubiertos planetas fuera de nuestro sistema solar. Y es probable que existan planetas como Venus o incluso como la Tierra en estos u otros innumerables sistemas solares.
Hay mucho que reflexionar a partir de estos nuevos descubrimientos que tienen más relevancia que simplemente «lo que hay mas alla.» Porque si estamos solos, o no, en este cosmos tan increíblemente vasto, nos da motivo para considerar una serie de profundas implicaciones.
Si somos las únicas formas de vida existiendo en este inmenso universo, ¿No nos hace, con todas las demás criaturas en el mundo, mucho más valiosos? Siendo eso el caso, entonces, ¿Qué responsabilidad tenemos hacia otros seres humanos, y a otras formas de vida en nuestra Tierra tan única?
¿Cómo debemos responder hacia las practicas de nuestra sociedad moderna que ha explotado y destruido bosques naturales y ecosistemas enteros para alimentar nuestra codicia para el poder, el placer, y las posesiónes?
Si, por el contrario, no estamos solos, y hay otros seres vivientes e inteligentes en nuestro universo, significaría que hay otros mundos con formas de vida y civilizaciones de la cual no sabemos nada. Estos seres y civilizaciones podrían adorar y estar en comunión con dioses, diosas y otras deidades sobrenaturales más allá de nuestra propia imaginación.
Si estemos o no, solos en este cosmos, de cualquiera manera, es evidente que nuestro concepto de Dios es demasiado pequeño y provincial. El Dios de la Biblia y de Génesis es empequeñecido por la magnitud de este vasto universo todavía en el proceso de su evolución incesante y creativo.
El Jehová bíblico supuestamente creó el mundo y todas sus criaturas, incluyendo el primer hombre, junto con el sol, la luna y las estrellas, en sólo seis días.
Ahora sabemos que, al contrario, tardó etapas inconcebiblemente largas para que el universo se desarrolle a este punto. Hoy día conocemos que nuestra Tierra ha evolucionado durante millones de años generado una gran variedad de formas de vida y especies.
Pasaron miles de generaciones antes que nuestros antepasados se evolucionaran físicamente y culturalmente para llegar ser humanos como nosotros. Las primeras civilizaciones humanas finalmente surgieron hace unos 6.000 años.
¿Es una mera coincidencia que, según las generaciones de la Biblia, toda la creación universal ocurrió alrededor de ese mismo tiempo?
Como quiera que lo expliquemos, es muy comprensible que los antiguos hebreos, sin el conocimiento historico que tenemos nosotros, pensaron que el nacimiento de la civilizacion concurrió con la creación universal. Es inexcusable que nosotros pensemos lo mismo.
Sin embargo, muchos cristianos derechistas, entre ellos, creacionistas que interpretan la Biblia literalmente, siguen exigiendo que en nuestras escuelas públicas se enseñen la fascinante pero ficticia «ciencia de la creación.»
Muchos educadores públicos, al igual que los científicos pioneros como Galileo, Copérnico y Darwin, todavía siguen siendo atacados y despreciados por el fanatismo de los fundamentalistas que invariablemente ven su raza, su género, su religión, su especie, tanto como su planeta, bien sentaditos en el mero centro del universo.
En nuestra época moderna e iluminada, un Dios con rasgos humanos, blanco y masculino simplemente no es relevante al mundo de hoy, si alguna vez lo fue. Necesitamos un nuevo concepto de Dios que es ni hombre ni mujer, ni blanca ni negro, y tal vez ni siquiera de aspecto humano. Tal concepto inclusivo y universal del Gran Espíritu se puede entender mejor como una «fuerza» cósmico que toma muchas formas accesibles y visibles, y que se refleja en toda la humanidad y la naturaleza.
Y si la fuerza inagotable de ese Gran Espíritu está en todos nosotros, nos haría todos interconectados y parte integral de una vasta red cósmica que abarca nuestra humanidad, nuestra Tierra y nuestro universo.
Esta interpretación de Dios como Gran Espíritu uniría la comunidad cósmica de las estrellas, los planetas, y todas las civilizaciones que florecen en el universo, aunque sepamos ni siquiera de su existencia. Desde ese punto de vista de la humanidad en el universo, nuestras divisiones de raza, género, religión e ideología parecen triviales.
Sin embargo, reconozemos que estas divisiones no se consideran triviales en la vida cotidiana y real; continuarán creando conflictos y devastación para nosotros, nuestros descendientes, y nuestra tierra al menos que las superemos. Lo mejor que podríamos hacer es vivir y trabajar con una actitud mutua de respeto, apreciando nuestra diversidad y cuidando de nuestro precioso hogar, La Madre Tierra.
Como quiera que veamos nuestro lugar en este vasto universo, tenemos la opción de dejar un legado de esperanza para las nuevas generaciones mediante la inversión activa en un futuro de paz, justicia, y sostenibilidad planetaria.
Que La Fuerza esté con nosotros para lograr esa meta monumental!
Nota: Este artículo se publicó originálmente en inglés en 27/1/96
en el periódico San Antonio Express-News con el título:
God is passé, consider Great Spirit
Julio Noboa
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